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Johannes Eckert, en la cervecería Morrison de Gijón. E. C.

Del monasterio al bar por una buena cerveza

El abad del monasterio bávaro de Andechs, Johannes Eckert, realizó una ruta por la milla cervecera de Gijón presentando sus productos

M. F. A.

Gijón

Miércoles, 16 de julio 2025, 21:12

Hay que ir muy atrás en el tiempo para encontrar el origen de la cerveza, que se remonta a los pueblos sumerios y babilonios, que atravesó Egipto y el mundo griego y que se hizo fuerte en la Edad Media en las abadías. En ellas se experimentaron nuevas formas y se mejoró significativamente un producto que, por supuesto, producían. Esa vinculación sigue viva hoy. Y se puso de manifiesto este martes con la visita a Gijón del abad Johannes Eckert del monasterio de Andechs que presentó así las cervezas bávaras de la histórica abadía.

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Se elabora en el monasterio benedictino alemán del que es máximo responsable una de las cervezas de abadía más reconocidas de Europa. Junto a Erik Coene, CEO de Cervebel, la empresa que importa en exclusiva las cervezas de Andechs en España y de su distribuidor para Asturias, La Peñona, estuvo en la cervecería Morrison de Gijón antes de iniciar una ruta por milla 'birrera' de la ciudad. Buscaban presentar así la gama de cervezas bávaras de la abadía, con especial atención a la bautizada como Andechser Bergbock Hell de barril, que los expertos califican como «una lager fuerte de gran intensidad aromática que ha conquistado a los amantes de la cerveza tradicional alemana».

La Abadía, Vincer, Valhalla, Montana, Morrison, La Tabeerna, Arde Lucus y Seven recibieron al religioso, lo que sirvió para organizar degustaciones y actividades en torno a la tradición cervecera benedictina. Fue el mejor momento para hablar de esas cervezas con historia e identidad, para poner el foco sobre la una cultura cervecera de calidad que gana adeptos.

No es extraño que en la abadía bávara de Andechs sigan haciendo cervezas con personalidad propia, puesto que la historia marca su camino. Fundado en el siglo XV y situado en una colina sobre el lago Ammersee en Baviera, el monasterio está considerado una joya espiritual, arquitectónica y gastronómica del sur de Alemania. Fue en 1455, cuando los monjes benedictinos comenzaron a producir cerveza como parte integral de su sustento y misión. Cuentan los expertos que estos monjes, como el resto, comenzaron a elaborar cervezas por tres razones: higiene, nutrición y economía. En tiempos en los que el agua no siempre era potable, hervirla para hacer cerveza propiciaba una bebida salubre, que era al mismo tiempo nutritiva y buena compañía para los ayunos. Se comercializaba y era también una fuente de ingresos, de modo que miel sobre hojuelas.

En el siglo XX la cervecería monástica de la abadía fue modernizada y en la actualidad combina técnicas tradicionales con innovación tecnológica. La pureza está garantizada. No solo porque en Alemania hay una ley que la avala, sino también por el compromiso benedictino con el trabajo como expresión espiritual. Que no piense nadie que los monjes se hacen ricos con la cerveza. Todos los beneficios se destinan a obras sociales, desde hospitales a centros de acogida o programas que buscan echar una mano a personas en situación de vulnerabilidad.

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