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Los drones llevaron a Gijón en volandas
La iglesia de San Pedro, el Elogio y las casetas de la playa, una de las figuras más aplaudidas, fueron algunos de los iconos de la ciudad reproducidos con luces sobre el cielo de Poniente
Gijón tocó el cielo. O al menos lo hicieron sus elementos más icónicos, desde la iglesia de San Pedro hasta las coloridas casetas de San Lorenzo, pasando por el cerro de Santa Catalina y su guinda artística del Elogio del Horizonte. La playa de Poniente albergó este sábado la cuarta edición de su noche de los drones (Drone Show Festival), un espectáculo que corrió a cargo del estudio creativo catalán Flock Drone Art y que redujo el número de pases con respecto a citas anteriores –hubo solo uno–, pero a cambio creció en espectacularidad gracias a un incremento del número de dispositivos en vuelo simultáneo. En esta ocasión alcanzaron los 500, frente a los 300 del pasado verano o los 100 de la primera edición de 2022, una mejora que celebraron unos espectadores ya avezados -aunque no faltaba quien reconocía que «nunca los vi y tengo ganas»- y que no solo pudieron disfrutar de figuras con una mayor definición, sino del dibujo sobre el cielo de paisajes compuestos por varios elementos.
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Gijoneses y visitantes abarrotaron un año más el paseo de Poniente, a lo largo del cual se instalaron varias torres de sonido para tratar de facilitar lo máximo posible -en las zonas situadas más al este, muy concurridas, no lo logró-, la escucha de la música que iba a acompañar el vuelo de los drones y de la narración que se encargó de hilar una historia presentada como 'Soñando en Gijón' y con la que se prometía realizar «un tributo a su historia, su cultura y su gente». A las once de la noche, cuando el cielo ya había adquirido la oscuridad necesaria para servir de lienzo a este arte teledirigido de hélices y luz, los drones, divididos en varias capas, empezaron a tomar altura desde la pista de despegue instalada a lo largo del dique oeste de la playa.
Una persona recostada
Ya visibles como pequeñas luciérnagas sobrevolando Poniente, de una formación en enjambre pasaron a configurar la nítida figura de una persona recostada y presta a soñar con la ciudad que la contemplaba cuello en alto desde el arenal, el paseo de la playa y los diques del Muelle. Un torbellino en espiral dio paso a un onírico cielo estrellado, con nubes y una enorme luna en cuarto creciente, sobre el que el protagonista se zambulló a través de un agujero para iniciar su viaje a Gijón.
Siempre con pequeñas figuras de nubes acompañándole como fondo en su vuelo soñado –y con nubes reales amenazando al mismo tiempo con un orbayu real– lo primero que se topó, y con él las miles de personas que le observaban desde el suelo, fue un cartel indicativo que le daba la bienvenida, primero a 'Gijón' y después a 'Xixón'. A partir de ahí, los drones le llevaron, mediante sucesivos cambios de forma y de color, hasta el Elogio del Horizonte, a una perfectamente definida iglesia de San Pedro y a bordo de una pequeña chalana que navegaba sobre las olas. Sumergieron después a los espectadores bajo el agua para encontrarse con un calamar gigante que avanzaba a golpe de tentáculo sobre el cielo de Poniente y, sin moverse de esa playa, se pudieron ver las características casetas de colores que pueblan cada verano la de San Lorenzo, una de las figuras más aplaudidas.
La escena empezó después a alejarse hasta situarse fuera de los confines del planeta, encuadrando la Tierra, el Sol, Saturno y un ojo que lo observaba todo e incluso pestañeaba... Una porción de Universo a la que siguió un elemento que de Gijón y Asturias ya ha dado el salto a todo el mundo con su aún reciente denominación como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad: la sidra. Y es que en ese sueño gijonés sobre el cielo de Poniente no podía faltar un fresco y aplaudido 'culín', escanciado desde la característica botella verde y espalmando al caer sobre el vaso.
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Tras formar la espiral con el lema 'Verano 2025' que Divertia utiliza como logotipo de los festejos de la ciudad, los drones se despidieron de Gijón tras 14 minutos de espectáculo escribiendo en rojo y blanco el nombre de la ciudad bajo una silueta del 'skyline' gijonés en la que volvieron a aparecer las reconocibles líneas del Elogio y de San Pedro, a las que se sumaron las del cerro de Santa Catalina, la Lloca del Rinconín y la escultura de Las Chaponas.
La alta afluencia a esta cita volvió a llenar los parkings de la zona y a generar atascos en las inmediaciones de Poniente. También se formaron largas colas en los establecimientos de hostelería y heladerías.
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