El Evaristo Valle, en crisis
En tensa relación con el Consistorio, el museo decidió un cierre parcial al asegurar que estaba asfixiado por la deuda y la escasez de las ayudas
arantxa margolles
Martes, 12 de enero 2021, 01:27
Ni edificio nuevo ni actividades: recién estrenado 1991, el Museo Evaristo Valle se veía abocado al cierre parcial «dada la falta de colaboración del Ayuntamiento de Gijón y de la Consejería de Educación, Cultura y Deportes del Principado de Asturias», según sostenía Guillermo Basagoiti, su director. Eran tres millones de pesetas los que aportaba el municipio para el desarrollo de los programas escolares en el museo y el pago de dos guardas jurado; aún menos en el caso de la Conserjería. «El resto de los ingresos de la Fundación Evaristo Valle, que rige los designios del museo, se basa en las cuotas de sus 150 socios, entre los que, a modo simbólico, se encuentran dos premios Nobel»: no más de 300.000 pesetas al año.
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Aún era mayor la tensión con las autoridades ya que, según recogía EL COMERCIO de las palabras de Basagoiti, «no tenemos ninguna ventaja a la hora de pagar impuestos, como es el caso de la antigua contribución urbana, por la que tenemos que abonar 600.000 pesetas al año», a pesar de que «el edificio principal está catalogado y es de uso museístico». El cierre del centro se paralizaría si Ayuntamiento y Conserjería accedieran a aumentar las subvenciones al centro hasta seis millones en cada caso. Sobre la Fundación pesaba ya un embargo del Ministerio de Economía.
«Jamás compró un cuadro»
Aseguraba Basagoiti que el mejor ejemplo de la actitud del Consistorio era que este «jamás compró un cuadro de Evaristo Valle. Los pocos que tiene le llegaron como donación o en pago, incluso, de una beca del propio pintor». Ahora, los responsables del centro amenazaban con llegar a elevar sus quejas a la Unión Europea, presentando «diversos proyectos para que los financien desde Bruselas. Se trataría de presentar nuestro legado por museos europeos y norteamericanos, donde hay una gran receptividad».
Nadie es profeta en su tierra y el trato de las autoridades locales, a entender de la Fundación, estaba lejos de ser equiparable: el centro y su entorno estaban «en deplorables condiciones, como es la falta de luz, inundaciones, polvo, zanjas e incluso se secan los árboles». La polémica estaba servida.
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