La gran labor del Sanatorio Marítimo de Gijón
Atención. El centro dependiente de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios sacaba las camillas al sol en su lucha contra la polio y otras enfermedades
No hay municipio en Asturias que pueda sacar pecho con tanto orgullo como Gijón, por contar con un centro asistencial como el Sanatorio Marítimo, que han llevado contra viento y marea los hermanos de San Juan de Dios. Una manera de hacer ciudad es incluir, es construir lazos, ayudar, fomentar la vivencia en bienestar… Todo eso ha sucedido en Gijón, dentro y fuera de las paredes del Marítimo, como popularmente lo llamamos, desde hace 80 años y eso dice mucho de Gijón, una ciudad de oportunidades
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El Sanatorio Marítimo de San Bernardo y San Hermenegildo, como se llamó en realidad, fue proyectado por Manuel del Busto en 1943, en una hoja donde había fincas de las familias Alfageme y Armada. Como ocurriera con otros hospitales, la localización del Marítimo se fijó fuera del radio urbano, alejado, aunque iluminado por 'el Lorenzo' y yodado por el salobre oleaje del Cantábrico.
Se llamó así porque en esos terrenos es donde el Comité de Guerra de Candás ordenó fusilar a Bernardo Alfageme y a su nieto Hermenegildo, en septiembre de 1936, y por eso su familia decidió donarlos a los Hermanos de San Juan de Dios para que hicieran un hospital de discapacitados en 1945. En 1940, el penúltimo conde de Revillagigedo (Álvaro Armada y Ulloa) también vendió parte de sus terrenos para dicho centro, que se ideó como sanatorio de niños pobres con patologías como la poliomielitis, el raquitismo, la ceguera o la escrofulosis, pero terminó atendiendo desde la década de 1960 a jóvenes con problemas psíquicos. Fue inaugurado por Carmen Polo el 8 de septiembre de 1945, el día de Asturias.
Quirófanos y capilla con órgano
El edificio principal, antes de ser recrecido con una torre de cuatro plantas por la izquierda, tenía una superficie de más de 4.700 m2. La segunda planta era todo un corredor dedicado a terraza donde los curas sacaban a los residentes a airearse y tomar el sol en las propias camillas. En la hornacina del medio se halla la imagen de San Juan de Dios, el patrón de los bomberos, presidiendo el edificio. En la planta baja había dos quirófanos, un laboratorio, una sala de odontología, las consultas y la sala de espera, entre otras dependencias, pero también había, cómo no, una capilla con órgano. Llegó a tener incluso un campo de fútbol no reglamentario pero bastante grande en tiempos recientes, pero también fue curiosa la vaquería que le hizo el propio Del Busto en 1949.
El traumatólogo Aquilino Hurlé Velasco, hijo del pediatra con una calle a su nombre, también con calle a su nombre, fue el primer director del centro. Cómo han cambiado los tiempos, por fortuna, puesto que resulta extremadamente chocante encontrarnos en la documentación oficial del sanatorio relativa a su construcción y hasta en la prensa no muy remota la referencia al hospital de niños «lisiados» y «sub…»; «subperhéroes» o «subpervivientes» querrán decir seguramente, pero sin la B en medio.
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Terminamos reclamando la máxima distinción honorífica municipal, la medalla de oro, para un sanatorio que ayudó y seguirá ayudando a cientos de jóvenes asturianos. Una obligación del Ayuntamiento, por y para Gijón.
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