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En una de sus últimas estancias en Gijón, en el Puerto de El Musel en 1909. MUSEO DE COVADONGA
De Somió a Cimadevilla

La Infanta Isabel de Borbón

Fue Princesa de Asturias en dos ocasiones

Janel Cuesta

Gijón

Lunes, 28 de julio 2025, 02:00

Es notorio el tsunami popular que ocasionó la corta, pero emotiva presencia de la Princesa de Asturias Leonor de Borbón Ortiz en nuestra ciudad. Una vez pasada la fuerte marea mediática, podemos pararnos a pensar lo que sería a mediados del siglo XIX la presencia en Gijón de la Infanta Isabel de Borbón y Borbón –nacida ya princesa de Asturias en función de un decreto de la Reina Isabel II, su madre, del 20 de mayo de l850– al venir acompañando a la propia Reina Isabel II y a su hermano, el futuro Rey Alfonso XII, que solo contaba ocho meses de edad.

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De la presencia de la familia real en Asturias en agosto de l858, las crónicas se centran principalmente en los baños (muy pocos) de la reina en la Playa de Pando y la visita a la Virgen de Covadonga, donde los infantes Isabel y Alfonso recibieron el sacramento de la confirmación del obispo, el ilustrísimo señor Juan Ignacio Moreno, y añadieron el nombre de Pelayo a los muchos con que ya estaba bautizado el futuro Rey Alfonso XII. Sí quedo constancia de que la jovencísima Infanta Isabel disfrutó jugando en los parques de la ciudad acompañada por su amiga Lolina Balanzat, bajo la tutela de la camarera mayor, María del Carmen Álvarez de Las Asturias, marquesa de Novaliches.

Pero, centrándonos en aquella primera etapa de Princesa de Asturias, Isabel de Borbón nació en el madrileño Palacio de Oriente el 20 de diciembre de l851, fue bautizada al día siguiente con numerosos nombres que recordaban a sus antepasados y, al unísono, el pueblo llano la bautizaba como 'La Araneja' por ser notorias las desavenencias del matrimonio real y considerarla hija del oficial del Ejército José Ruiz de Arana. Su madre, la Reina Isabel II, asignó una renta vitalicia a todas las niñas nacidas en España el mismo día que la Princesa de Asturias.

La Infanta y Princesa Isabel fue creciendo en edad y popularidad, ya que le gustaba pasear a pie por Madrid, era gran aficionada al arte y a la música especialmente dado que llegó a ser una buena pianista, y los madrileños pronto la bautizaron como 'La Chata'.

Proliferó una corriente que veía posible la unificación de los reinos de España y Portugal con un matrimonio de la Infanta Isabel con Pedro V de Portugal que no llegó a buen fin; pero sí, próxima a cumplir los 17 años se celebró un matrimonio «de Estado» con Cayetano María de Borbón Dos Sicilias, conde de Girgenti, que contaba 25. Resultó un gran amor para la infanta quien, al quedar viuda pasados solo tres años, siempre se refería a Cayetano como «mi amado esposo», y jamás volvió a casarse, pese a haber tenido otros pretendientes.

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La Revolución de 1868 propició el destierro de Isabel II a París, donde la Infanta Isabel, tras el fallecimiento de su esposo, se reunió con su madre, acompañada por su inseparable amiga Lolina Balanzat, ya casada con José de Lajera y Aguilar, marques de Lajera.

Con la restauración de la monarquía el 29 de diciembre de 1874, el Rey Alfonso XII –que ya tiene 17 años– es recibido solemnemente en Madrid el 14 de enero de 1875, y mientras que se le prohíbe la entrada en España a su madre Isabel II, el presidente del Consejo de Ministros, Antonio Cánovas del Castillo, se dirige al Parlamento en estos términos: «Señores diputados, la restauración de la monarquía en la persona de Alfonso XII hace imprescindible que se encuentre en tierra española la Princesa de Asturias, doña Isabel Francisca de Borbón y Borbón ...'. El día 24 de mayo de 1875 una comisión del Principado de Asturias entrega a la Infanta Isabel la 'Cruz de la Victoria', distintivo de su rango de Princesa de Asturias. Una vez recuperado su estatus, la infanta se instala fuera de palacio en su residencia en la calle Quintana, donde, sin olvidar a su gran apoyo, al joven Rey Alfonso XII, su hermano, lleva a cabo una ingente labor social y cultural, reconocida por todos le españoles. Llegado julio de 1877, alteró su habitual veraneo en la Granja de San Ildefonso, manifestando su deseo de volver a visitar Asturias, de la que conservaba un gratísimo recuerdo, y vienen a Gijón, cuando la infanta tiene 25 años y el rey, 16.

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En el Palacio de Revillagigedo

Es obvio que, ya en Asturias, el joven rey acapara la mayor atención de las autoridades, aunque siempre está acompañado de su inseparable hermana Isabel, en la que Alfonso XII deposita toda su confianza. Se instalan en el Palacio de Revillagigedo, y están acompañados por sus familiares, los marqueses de Campo Sagrado, que residen en Gijón. Visitan Covadonga, donde el rey da fuego al primer barreno para el desmonte del terreno para construir la basílica, y la Infanta Isabel hace una importante donación para las obras que van a comenzar.

El joven rey continúa viaje a El Ferrol y la Infanta Isabel decide volver a Gijón, donde permanece durante veinte días, realizando excursiones a caballo por los alrededor, acude a fiestas y romerías de las parroquias del concejo, regala juguetes y dulces a los niños gozando del fervor popular.

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Alfonso XII se casa con su prima María Mercedes, que fallece a los pocos meses. Del segundo matrimonio con María Cristina de Austria nacen sus hijos, Mercedes, María Teresa y Alfonso (hijo póstumo). La Infanta Mercedes será la nueva Princesa de Asturias, cesando como tal Isabel de Borbón en 1901. No obstante, en sus memorias deja latente su amor y pasión por Asturias y Gijón principalmente, a donde regresaría posteriormente en 1909 y 1915. Cuando las circunstancias políticas de la nación desembocaron en la marcha del Rey Alfonso XIII el 14 de Abril de 1931, el Gobierno de la República comunicó a la Infanta Isabel que garantizaba su seguridad si deseaba quedarse en España; pero la infanta , con sus bienes encautados y enferma, decidió marchar en tren a París con solo 200 pesetas en el bolso.

En la capital francesa se hospedó en la residencia de las Monjas de Saint Michel, donde falleció cinco días después, el 23 de abril de 1931, a los 79 años. Su cuerpo fue embalsamado y enterrado en el cementerio Père Lachaise, y regresó a España al panteón real en la Colegiata de La Granja de San Ildefonso el 24 de mayo de 1991, cuando Juan Carlos I ya era Rey de España. La prensa daba la noticia con una expresiva frase 'La Chata ya está en su casa'.

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