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El presidente del Sporting Carlos Méndez Cuervo impone a José González la insignia de oro del Real Gijón de entonces.
De Somió a Cimadevilla

José González 'Pepín'

Un ejemplar alumno y profesor de 'la Laboral'

Janel Cuesta

Gijón

Lunes, 20 de octubre 2025, 07:10

Es de actualidad el interés generalizado por lograr un reconocimiento universal al magno edificio y complejo urbanístico de la Universidad Laboral, a lo que no es ajeno el esfuerzo dimanante del agradecimiento que manifiestan los que durante su etapa de estudiantes disfrutaron del privilegio social, cultural, deportivo y profesional que recibieron dentro de sus aulas de unos profesores de los que pregonan su grato recuerdo.

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No menos cierto es que este justo reconocimiento se fundamenta en el arte, la grandiosidad y peculiaridad de sus edificaciones, más con ser ello importante, algo que salta a la vista sin que sea necesario tener amplios conocimientos de arquitectura, se relega a un segundo plano lo que representó su historia para la formación de los alumnos que, ahora que ha llegado el momento de hacer balance de sus vidas, no se cansan de agradecer y reconocer lo mucho y bueno que allí recibieron.

Estas líneas nos sirven de preámbulo para justificar, si ello fuese necesario, el traer a estas páginas la figura de José González González, un gijonés nacido en El Natahoyo el 14 de agosto de 1942. Hijo único del trabajador metalúrgico Sabino González Menéndez, natural de Siones, concejo de Oviedo, y su esposa, Fé González Cocaño, natural de Ciaño en Langreo, que se quedo viuda con su hijo de solo un año de vida a causa de un accidente laboral de su esposo, y luchó lo indecible para salir adelante abriendo una tienda de comestibles en su propio barrio. Por aquello de la cercanía, el jovencísimo Pepín González comenzó sus estudios primarios en la Fundación Revillagigedo, y fue de los primeros en disfrutar de la recién estrenada Universidad Laboral, cuando todavía el edificio estaba en construcción, y no se imaginaba que en aquella gran ciudad universitaria iba a pasar la mayor parte de su vida.

El balonmano «le atrapó» de tal modo que del equipo de 'La Uni' fichó por el de La Algodonera, y de ahí al Sporting

José González, nuestro personaje de hoy, pronto se dio cuenta del privilegio de poder estudiar y «vivir» en aquel magno edificio y lo aprovechó al máximo para cursar con éxito los estudios de Oficial Industrial, primero, y luego de Maestro Industrial, durante siete fructíferos años en los que sobresalió como un excelente mecánico especializado en la rama del metal, lo que propició seguir con los estudios de un Plan Nacional para lograr el título de Profesor Técnico de Talleres, y con sus prometedores 21 años comenzó a impartir su magisterio a medio centenar de alumnos en unos talleres de soldadura que serian el 'leit motiv' de su vida, dado que allí, entre internos y externos, miles de jóvenes labraron su porvenir, y pasados 44 años, llegado el momento de la jubilación del veterano profesor de talleres, fue reconocido unánimemente, dándole su nombre precisamente al taller de soldadura, una especialidad de la que ahora demandan insistentemente los empresarios del metal.

Mas, con ser de sumo interés lo que hasta aquí hemos relatado, tanto por el personaje como por el escenario donde transcurrió la mayor parte de su vida, no es menos importante la actividad deportiva que inició en la propia Universidad Laboral, primero con las clases de gimnasia, obligatorias para todos los alumnos, y luego cuando, llegados los 13 años, se inició en el baloncesto con Pedro Sagrario y en el fútbol con Carlinos Pere, que había jugado en el Real Sporting, hasta que un buen día vio un partido de balonmano en el Grupo Covadonga de la calle del Molino, y no tardó ni un par de días en «enrolarse» en los equipos de la Universidad Laboral que entrenaban el propio Pedro Sagrario y Rufino Segura, aunque manifiesta que, también le atraían los partidos de hockey-sala y los entrenos de los atletas.

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Jugador y delegado

En aquel exitoso equipo José González jugó durante un año, hasta que la marcha de José Antonio Roncero a Madrid, le llevó a desempeñar el puesto de Delegado del equipo durante quince años, mientras que Juan Arribas pasaba a entrenar haciendo historia como referente de una época que duró hasta el año 1986 con grandes jugadores entre los que no podemos obviar a Llaneza, Gumiel, Tamargo, Giraldo, Rubio y Jorge, entre otros muchos, que lamentablemente vivieron el final de aquel equipo que representaba a Gijón y fue víctima de la mala situación económica del Real Gijón, cuando José González ya había recibido la insignia de oro del presidente Carlos Méndez Cuervo, en reconocimiento a su aportación al balonmano sportinguista, por lo que no es de extrañar que ahora con sus bien llevados 83 años, junto con su esposa María José Verdesoto, sus tres hijos y otros tantos nietos, los reuerdos de sus vivencias en la Universidad Laboral y en el mundo del balonmano, llenan los placenteros días de su jubilación, mientras que su hijo Fernando González Verdesoto sigue con la tradición familiar, primero como jugador en varios equipos, luego entrenador y ahora miembro de la Junta Directiva de la Federación de Balonmano que preside Juan Arribas, hijo a su vez, de otro histórico de este deporte, señal evidente de que el balonmano asturiano está dirigido por quienes heredaron el amor al deporte, experiencia y el sentimiento de sus progenitores.

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