«Llevo diez meses sobrio y tengo las ideas mucho más claras»
Alcoholismo. La comunidad terapéutica La Santina atendió a 58 personas en régimen residencial el pasado año. «El número de mujeres ha aumentado», alerta
Una sonrisa se ilumina en el rostro de Jesús González. Tras seis meses en la comunidad terapéutica La Santina, le dan el alta. El centro, ... situado junto al camping de Deva, nació en 1993 por iniciativa de las parroquias de Gijón y fue Cáritas la que lo puso en marcha. Ofrece un programa integral de tratamiento del alcoholismo, con especial atención a situaciones de vulnerabilidad, entre las que destacan mujeres y personas en situación de exclusión social.
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«Ahora empieza la vida de verdad», sentencia González. El centro ofrece un programa de dos años dividido en dos fases. La primera es residencial, tiene una duración de seis meses y es la que González acaba de terminar para adentrarse en el programa de seguimiento, que dura año y medio. El primer semestre deberá acudir una vez a la semana a una sesión de terapia grupal, después cada quince días, hasta conseguir finalmente el alta terapéutica.
Son veinte años los que Jesús González arrastró problemas de adicción al alcohol. Llegó al programa tras estar en el centro de primera acogida Vicente de Paúl. «Llevo casi diez meses sobrio», celebra. En estos meses ha notado el cambio. «Vas recuperándote mental y psicológicamente. No tiene nada que ver cómo entras a cómo sales. Tienes las ideas mucho más claras», explica. Para todos los que estén en esta situación, sabe que «el primer paso es reconocerlo y querer cambiar. Da igual que te empujen a entrar. Si no quieres, no lo vas a hacer. Lo principal es tener ese compromiso». Para mostrar su ejemplo ya se ha comprometido con el centro para hacerse voluntario y ayudar a otras personas que tengan esta adicción.
Diez usuarios ahora mismo
Fundamentalmente, en el centro ayudan a las personas con adicciones a «tener una autonomía y una disciplina», explica la psicóloga de La Santina, Paula Pérez. Ahora mismo cuentan con diez usuarios en sus instalaciones, «cinco hombres y cinco mujeres», especifica. El perfil en esta adicción ha cambiado. «Cada vez tenemos más demanda de mujeres», relata. En este sentido, aparte de terapias grupales, también hacen terapias específicas para ellas. «Hemos mejorado la intervención porque las mujeres sentían esa vulnerabilidad de ser ellas quienes realizan los cuidados de familiares. Les permitimos visitas y que hablen con ellos. Y les ayuda en el proceso», explica. También muestran especial atención al sinhogarismo. «Intentamos darles una alternativa residencial de cara al alta. No queremos que vuelvan a la calle y que puedan recaer».
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En 2024 fueron atendidas 58 personas en régimen residencial, 36 hombres y 22 mujeres, cuya media de edad es de 50 años. Fueron 24 altas residenciales las que se dieron y 37 personas (14 mujeres y 23 hombres) están en seguimiento. Once consiguieron en 2024 el alta terapéutica por cumplimiento todo el programa.
«Es una carrera de fondo»
«Lo que más les cuesta es entender el carácter crónico del alcoholismo. Es una dependencia irreversible», dice Paula Pérez. «Esto es una carrera de fondo», añade. «El alcohol es un elemento de socialización clave, es más consentido y está bien visto. Esto hace que sea más difícil para los pacientes». Aparte de la terapia, realizan talleres de cultura, inglés o lectura. «Es una manera de darles nuevos hobbies», señala la educadora Victoria Canelo, además de «mucho ejercicio físico», pues el perfil general «es muy sedentario». Aunque sea complicado, vencer la adicción «no es imposible».
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