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Manuel Meana posa en el Muelle gijonés. JOSÉ SIMAL

Medalla de oro del colegio de Abogados de Gijón

Manuel Meana: «Antes la abogacía era un trabajo artesanal y menos frío que ahora»

El Colegio de Abogados de Gijón le entrega este año la medalla de oro

Olaya Suárez

Gijón

Domingo, 20 de julio 2025, 23:26

El Colegio de la Abogacía de Gijón entregará en su fiesta patronal de Covadonga las insignias de oro por sus 50 años de colegiación a ... los abogados gijoneses Fernando de Silva y Manuel Meana, por medio siglo de ejercicio de la profesión y también por su «intachable conducta». Ambos forman parte de una generación de letrados que han transicionado con el paso a la Democracia y han marcado el camino para los siguientes.

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Manuel Meana ejerció la abogacía en Gijón durante cinco décadas. Reconoce que llegó al Derecho «por casualidad», pero que rápidamente la profesión le enganchó. Querido y apreciado por sus compañeros, lleva jubilado 13 años y reconoce, que aunque se ha hecho bien a su nueva etapa vital (pasa largas temporadas en Cádiz), echa de menos «la piña que se hacía a diario en los juzgados».

–¿Qué balance hace si echa la vista atrás?

–Son cincuenta años y cincuenta son muchos. Es una profesión un poco difícil y creo que no está lo suficientemente reconocida que debería de estar, pero el balance es bueno. He tenido muchas alegrías y también algún disgusto, no todo iba a ser de color de rosas.

–¿Lo suyo fue vocacional?

–Llegué al Derecho por casualidad y la verdad es que me enamoró completamente la profesión. La carrera me entusiasmó y cuando acabé estuve de pasante en el despacho de Agustín Antuña hasta que unos años después me puse por mi cuenta.

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–¿Se especializó en alguna materia?

–Llevé casi todo temas civiles y penales: arrendamientos urbanos, divorcios y compañías de seguros...

–¿Algún caso que le haya marcado?

–Recuerdo, por poner un ejemplo, un homicidio en el que defendía a un cliente acusado por una discusión que había tenido en un bar con un hombre que le había pegado con una botella de sidra en la cabeza, él le empujó para defenderse, con la mala fortuna de que se cayó por una escalera y falleció. Era de los primeros juicios en Oviedo con jurado popular y mi cliente salió absuelto. Fue un tema muy interesante desde el punto de vista del Derecho.

–¿Notó cambios a lo largo de cinco décadas de ejercicio?

–Durante muchos años era un trato mucho más cercano con los compañeros, con los jueces y funcionarios... Estábamos todo el día en el juzgado, mirando expedientes, en juicios... Se hacía mucha piña y era una forma artesanal de trabajar, de coger el Aranzadi para consultar la jurisprudencia, que llevaba mucho tiempo. Quizás ahora con las notificaciones telemáticas los abogados van menos al juzgado, es todo más impersonal y más frío.

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–¿Cómo recibe la insignia de Oro?

–Con agradecimiento sobre todo por el cariño de los compañeros. Siempre me he llevado muy bien con ellos. Aunque los tuviera en frente no eran enemigos, eran los contrarios.

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