Mercaderes de la miseria
Abundaban en Asturias agencias de emigración que ofrecían, con engaños, un futuro prometedor en América
Sábado, 8 de octubre 2022, 00:48
No era oro todo lo que relucía. Ni en España, ni en América, ni en el tránsito. Pero la publicidad engañosa, así como los desaprensivos y la desesperanza, existían ya hace 125 años... y de qué manera. «Bonita ocasión para transformarse de pobres en ricos», denunciábamos tal día como hoy, pero de 1897, que se publicaba en algunos periódicos, especialmente en aquellos con tirada en comarcas agrícolas. «Pasajes gratuitos». Un ofrecimiento disparatado, sí, porque nadie da duros a cuatro pesetas. Pero cuando el hambre aprieta, lo verosímil se hace más laxo. Lo decíamos así: «A pobres gentes que viven entre miserias y privaciones, no se les puede pedir que tengan fuerza de reflexión bastante». Y de miserias entendíamos mucho en aquellos tiempos de pérdida colonial y cambios vertiginosos.
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En Asturias, sobremanera. Aquí, y en Galicia, habían comenzado a abundar agencias de emigración que, previo paso por caja, prometían el oro y el moro a los jóvenes míseros. «Los desgraciados que prestaron oídos a los reclamos de las agencias de emigración tardaron poco tiempo en descubrir que habían sido víctimas de un engaño infame», decíamos. «El arrepentimiento llegaba cuando era de todo punto imposible recuperar la libertad, pues metidos en una embarcación de pésimas condiciones y vigilados por hombres tan duros de corazón como de manos, las reclamaciones y protestas de los inmigrantes solo podían servir para hacer más angustiosa su situación».
¿Les suena la película? El único factor que cambia es que, por aquel entonces, éramos nosotros los emigrantes engañados. Las agencia prometían «convertir en opulentos banqueros a los más infortunados labriegos de Castilla», pero su único objetivo era «cobrar una crecida subvención por mandar algunos miles de incautos a parrajes malsanos, donde las enfermedades han concluido con las pocas familias que se vieron en la triste necesidad de dedicarse allí al cultivo de la tierra». Solo el Gobierno podía frenar una situación angustiosa. ¿Lo más fácil? Contar, y hacerlo por medio de la prensa, contra la desinformación, que allá en América no todo era tan fácil como lo pintaban.
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