Rosa Valle

Cuando Rosa Valle nació, en Gijón, en 1974, traía consigo un arcoíris agazapado en el fondo de su mirada, que estaba destinado a pintar de colores vibrantes, ganándole la partida al gris, la tristeza que la había precedido, la pérdida en el parto del hermano inmediatamente anterior. Y también, en ese equipaje invisible con el que llegó al mundo, a una familia en la que habría de encontrar tanto refugio y tanto amor como alegría iba a aportarles, venía una buena provisión de palabras y de historias, que en algún momento encontrarían el camino para convertirse en un regalo para todos.

Siempre fue una estudiante voluntariosa y brillante, una alumna del colegio de la Asunción, decididamente inclinada por las asignaturas de letras y con matrícula de honor en COU, y con una infancia feliz en una familia de la que se siente profundamente orgullosa, en un ambiente de aldea de flores y pájaros, de árboles y risas, libre y llena de sueños. Muy vinculada a sus abuelas, que protagonizaron muchas de sus horas, con el tiempo Rosa Valle ha ido valorando cada vez más el trabajo de sus padres por sacar adelante a la familia, y aunque de niña se le hiciera raro que su madre no pudiera ir a muchas de las cosas que hacía en el colegio por sus responsabilidades laborales, saberse parte de una tradición de mujeres trabajadoras la ha hecho tener conciencia de su propia condición de mujer.

Rosa Valle tiene una mirada llena de preguntas y una sonrisa en la que caben todas las respuestas, la melena con raya al medio en la que no desentonarían unas flores de festival musical de los sesenta, aunque generacionalmente no le corresponda. Estudió en Salamanca Ciencias de la Información, pero le habría gustado estudiar otras cosas, el Latín sin ir más lejos, y la autoexigencia que ya traía de serie se convirtió ya para siempre en uno de los rasgos de su carácter. Después, el idilio con el periodismo como profesión terminaría por abocarla a otros caminos y a otras aventuras profesionales y también vitales. Actualmente, después de haber trabajado en medios de comunicación escritos y de desempeñar funciones de Comunicación Corporativa y Gestión de Contenidos en el CTIC, trabaja como documentalista software.

Y es escritora, naturalmente. Desde los primeros poemas que superaron la barrera de lo puramente adolescente para convertirse en eje de su escritura y también de su forma de encarar la vida, Rosa Valle ha transitado un camino jalonado por palabras, por historias, por luminosas imágenes. Los cuentos que inventaba para sus hijas se convirtieron en libros para niños, pero también las historias más negras con la serie de novelas protagonizada por la inspectora Petunia Prado del Bosque y Gijón como escenario, sonidos bajos las aguas y contraluces, búsquedas siempre con una importante carga poética como en 'Cocos de luz', la última de sus publicaciones.

Y como Rosa Valle es exploración, inquietud, y preguntas, hace muy poco hizo un máster en Inteligencia Emocional, Programación Neurolingüística y Coaching, y tampoco descarta dedicarse un día a la docencia (tiene el posgrado de Lengua y Literatura) o incluso hacerse instructora de yoga, que la apasiona. O seguir profundizando en lo que tiene que ver con el autoconocimiento o la espiritualidad en el más amplio sentido, o inventarse algo nuevo cada día para ir cortejando a la vida, en un juego permanente con palabras y con emociones.

También la gratitud por los regalos que la existencia va dejándole en el camino, por la felicidad de poder encontrarse a su padre nonagenario en la aldea, con su sombrero de paja, sentado feliz leyendo por segunda vez el último libro de su hija, paladeando cada una de las palabras de una novela que él define, seguro que con mucho acierto, como pura poesía.

Temas

• La mirada escrita