El 'Titanic' español
EL COMERCIO recordó, tal día como hoy, la visita, en el mes de noviembre, del trasatlántico 'Infanta Isabel' a la ciudad
Miércoles, 4 de enero 2023, 00:46
Había dejado tan buen sabor de boca en Gijón la visita del trasatlántico 'Infanta Isabel' que seguíamos recordándolo tres meses después. Hace hoy un siglo, ... habiendo transcurrido ya varias semanas desde su llegada, lo recordamos desde EL COMERCIO, no dejando de dar las pertinentes gracias al buque por la importancia «extraordinaria» que había dado con sus actos «a nuestro Musel, quitando no pocos prejuicios creados en contra del puerto y que tan pródigamente fueron propalados por muchos que han visto cómo la emigración tomaba cauce marítimo en Asturias, restando pasaje a otros lugares de la costa cantábrica».
Al barco, de la empresa Viuda e Hijos de Antonio López de Haro, no le faltaba detalle. Podía llevar 1.100 metros cúbicos de carga -y decidió ocuparlos, además, mayoritariamente con «productos de esta región»- y contaba con toda una serie de pequeños lujos que hacían la delicia de los emigrados... y de los periodistas que se ocuparon de contar, por ejemplo, que el salón de fiestas del buque estaba presidido por un magnífico busto de la infanta Isabel, con una inscripción grabada que recordaba que «en pasados siglos mandó Castilla a América sus armas en brazos de sus héroes. Hoy le envía sus sentimientos de fraternidad con su más augusta mensajera».
Había salón de fumar; un comedor de paneles de roble japonés y marcos de nogal, biblioteca de estilo Luis XVI y camarotes de lujo. Diferenciados estos, eso sí, de los alojamientos «para emigrantes», situados en los entrepuentes, «con camas de hierro y para un total de unas 1.500 personas. El comedor y la sala de recreo para los emigrantes están situados en la cubierta de abrigo y se extienden por toda la anchura del buque, asegurando así la libre y abundante ventilación y luz»; y la necesaria distancia, claro, con los pasajeros de otras clases sociales. Las que dormían en lechos que, definidos como «regios» por EL COMERCIO, «nos dan intenciones de acostarnos (...) y no despertar hasta que el rumor de bahía deje de percibirse, señal que el buque ha zarpado con rumbo aunque sea desconocido». A ultramar, sí, pero con diferencias.
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