Tono Permuy
Dinamizador y agitador cultural desde Toma 3. Es el primer espacio creado en Asturias de esas características hace ya más de trece años y uno de los puntos de referencia de la cultura de la ciudad
Para Tono Permuy lo de nacer y criarse fuera de los núcleos que podrían parecer epicentro de cualquier modernidad cultural no fue óbice para convertirse en quien es ahora. Nacido en Infiesto, en 1973, contó con la suerte de ser el segundo de dos hermanos y que la mayor, Ia fotógrafa Isabel Permuy le abriera un infinito mundo de posibilidades y de conocimiento: los grupos musicales que ella descubría y que a él le fascinaban también, los libros, el cine… Un mundo de imágenes, de sonidos, una colección de emociones que venían de la mano de artistas de otros lugares y que tocaban el corazón y conseguían arrancar con el rasgueo de una guitarra, con una metáfora, con un plano imprescindible, algo que ya le habitaba por dentro.
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Tono Permuy tiene el aspecto de uno de esos personajes de película que le gustan, esa mezcla entre clásico y rompedor, que se sustancia en el bigote que escribe en su rostro una leyenda de eternidades, en los rasgos de la cara que no terminan de decidirse por mostrarlo como el duro de la película o el personaje que alberga profundidades de impensable ternura. Tal vez todo ello convive en ese ademán seguro, en la firmeza de sus convicciones, en la decisión con que habla y la claridad que gobierna su mente.
Aunque vivió en Oviedo durante años, y había estudiado Turismo y tenido experiencia profesional en hoteles, fue Gijón la ciudad con los ingredientes adecuados para poner en pie el sueño en el que convivía lo que quería hacer, con lo que estaba seguro de poder hacer, aunque en aquel momento pareciera una aventura arriesgada: durante catorce años Toma 3, el ubicado en la calle San Agustín, fue no solo una tienda de cine clásico y de culto: también fue el punto de encuentro de todos aquellos apasionados de películas expatriados del cine comercial, de entusiastas del merchandising cuando no existía internet y conseguir una camiseta determinada o una figura era difícil para todo el mundo, excepto para Tono Permuy, capaz de traer lo que fuera de donde fuera. Fue también el espacio en el que crecieron y se alimentaron vocaciones de adolescentes que décadas después son sólidos profesionales, el espacio mágico donde convivía la visión de Cronenberg con la filosofía de los Simpson.
Esa mirada inquieta, ese cerebro en permanente ebullición se aliaron con las circunstancias para llevar a Tono Permuy a darle una vuelta de tuerca a Toma 3 y a convertirlo en un espacio en el que la comunicación que de forma espontánea se había ido fraguando en la tienda, tuviera aún más razón de ser, y puso en marcha la idea (por entonces novedosa, pero ampliamente replicada) de un espacio en el que los libros, la conversación, el encuentro, el café, la música, la cultura en definitiva fueran el eje central. La experiencia de hostelero le venía de cuna, porque su padre tenía un bar: su entusiasmo y su capacidad para entender el latido de la ciudad y para trabajar por ello, pusieron el resto. Ha convertido ese rincón de Marqués de Casa Valdés en un territorio en el que la actividad cultural, la colaboración con iniciativas oficiales como el FICX o POEX, la presencia de primerísimas figuras de la escena literaria, cinematográfica o musical, son ya una referencia nacional.
Imaginativo y con la mirada siempre puesta en lo más nuevo, Tono Permuy, sin embargo, no pierde de vista al niño que fue, el que se entusiasmó tanto con el cine que se ponía de madrugada en la 2 de TVE que no paró hasta conseguir (tiempos aquellos) que su padre, a pesar de que sus notas eran regulares, le comprara un aparato de vídeo para poder grabar aquellas maravillas que tantos universos eran capaces de abrir a su imaginación y a sus sueños.
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