Las tragedias de la mar
A la entrada del puerto gijonés murió ahogado un marinero que salía, a primera hora de la mañana, a la pesca del arrastre
Era Mella. Cuenta EL COMERCIO que los pescadores playos consiguieron salvar al náufrago indicándole «que se aferrase a un costado de la embarcación, ya que ... no podían salvarle en aquel momento a causa de la la rompiente, y más tarde consiguieron lanzarle a bordo, conduciéndole hasta tierra». A salvo por fin, y personadas en el lugar del suceso las autoridades del Juzgado Militar de Marina, Mella contó su desdicha: lo del temporal, lo del mal golpe y el recuerdo de su compañero hundiéndose entre los envites de la mar. La suerte no se reparte de igual modo en las tragedias, y aquella no sería una excepción.
De modo que el resultado fue, como se imaginará, nefasto. El peor. «El cadáver de benigno apareció hacia las cuatro de la tarde en El Natahoyo», contamos en segunda plana. Concretamente, en las inmediaciones de Astilleros del Cantábrico, flotando en el agua ya mansa. «El Juzgado de Marina se personó en dicho lugar previo el oportuno atestado, y ordenó la conducción de aquel al depósito judicial en donde hoy se le practicará la autopsia». No hubo sorpresas. Aquel día, sobre el cielo de Gijón, reinaron las lluvias y el gris; «por la costa, marejada y mucha cerrazón. Soplaron vientos del Suroeste». Arreciaron los vientos, las olas y la pena que trajo la mar.
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