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Vuelven las castañas a Gijón con «los mismos precios»: de 3 a 5 euros el cucurucho
La ciudad ya disfruta de varios puestos callejeros. «Son toda una tradición»
De a poco, empieza a hacer algo más de frío y ya no se puede salir sin chaqueta de casa. El olor a castañas asadas ... comienza a ser habitual en las calles de Gijón. Vuelve el otoño y, con él, las castañeras y sus puestos callejeros. Toda una tradición. Berta González lleva 33 años en el puesto de la plaza del Seis de Agosto. Primero empezó su madre y, cuando se retiró, siguió ella. Desde entonces han pasado ya más de tres décadas y varias generaciones de clientes porque, afortunadamente, las castañas son una tradición que perdura en el tiempo. «Llega el otoño, el olor a castaña y la gente compra», relata.
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Este año se instaló coincidiendo con el Día del Pilar y, aunque sólo lleva una semana, ya disfruta de «ver a la gente y la vida de la ciudad que pasa por esta calle». Muchos transeúntes se acercan a la caseta atraídos por el calor que desprenden las castañas. Modes Melchor espera su turno con su nieto Guille, que tiene dos años y se protege bajo un paraguas de superhéroes. «Ye algo tan típico... En casa de mi madre, cuando había carencia, las castañas quitaron mucha fame», recuerda. Pide entonces el cucurucho de tres euros, Berta lo prepara y el pequeño estira el brazo para descubrir lo que guarda ese montón de papel de periódico en su interior. «Mira qué calentinas están, tócalas. ¿Sientes el calorín?», le pregunta su abuela. No dice nada, pero deja entrever que sí y se prepara para llevárselo a sus padres.
Los precios se mantienen igual que los últimos años, entre tres y cinco euros por cucurucho, porque «la cosa no está muy boyante y se nota», afirma González. Aunque el kilo de castañas no deja de subir, «mantenemos los precios porque no puedes pedirle más a la gente; tú ganas un poco menos, pero si los subes más sabes que no vas a vender porque no todo el mundo puede gastarse cinco euros en un paquete de castañas», reconoce. «Ahora corre mucho el de tres, pero después de haber pasado la pandemia, cualquier cosa comparada con aquello es mejor; eso sí que fue duro», recuerda. De su clientela actual, muchos son «niños que empezaron viniendo en sillita de bebé y que ahora vienen casados y con hijos». La misma suerte atesora su prima, Déborah Álvarez, instalada en el paseo de Begoña, y el resto de puestos repartidos por la ciudad. Es otoño y huele a castañas en Gijón.
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