¿Abstencionismo consciente?
Tal vez estemos ante una insurrección silenciosa contra las organizaciones políticas
La abstención es una de las enfermedades más preocupantes y con peor diagnóstico que sufre la democracia. En democracia la soberanía la tiene el pueblo. ... El camino es largo, interminable, porque en democracia (como en casi todo) la perfección no existe. Pero si el ciudadano renuncia a esa soberanía, si prefiere no manifestar su deseo en las urnas, la democracia se tambalea. Los niveles de abstención crecen en todas las democracias del mundo. En las últimas elecciones francesas la abstención fue del 52,5%, y entre los jóvenes menores de 25 años alcanzó el 75%. Hace unos días en Andalucía llegó al 42%. Es un asunto crucial sobre el que se reflexiona muy poco. Abstenerse es 'no obrar', la consecuencia visible de la no ejercitación de un derecho. ¿Se abstienen las personas pobres o excluidas socialmente? ¿Los indiferentes o pusilánimes? ¿Los despistados o los egoístas? ¿Es un acto de rebeldía la abstención? La abstención en los barrios pobres del mundo está entre 10 y 15 puntos por encima de la de los barrios acomodados, pero en éstos también es significativa.
Las causas son de naturaleza diferente. Entre ellas está el escepticismo o sospecha frente al actual proceso democrático y sus mecanismos de participación y representación. Tradicionalmente se ha entendido de manera diferente la abstención, según esta se produjera en sistemas democráticos o en regímenes autocráticos. En los primeros pudiera suponer la existencia de corrientes de pensamiento que no se integran en el juego político imperante. En los autoritarios la no participación es tenida como expresión pública de una oposición al régimen. La pregunta sería: ¿existe en el pensamiento de aquellos que actualmente practican la abstención -como postura consciente y no circunstancial- la idea de considerar nuestra democracia un sistema inconcluso, parcial, corrompido por degeneraciones insalvables y semejado al totalitarismo? ¿Es la idea de pensar que 'gobierne quien gobierne' las cosas no pueden cambiar a mejor?
La abstención se presenta como circunstancia política esencial, es decir, como respuesta racional en cuanto actitud consciente de silencio o pasividad individual, expresión de una determinada voluntad política de rechazo hacia el sistema o bien de no identificación con ninguno de los líderes presentados o programas expuestos en competencia electoral. De esta manera, la abstención, tenida por actitud pasiva, se convierte en comportamiento activo, comprendiendo un abanico conductual que va desde la desobediencia cívica a la concreción de una manifiesta insatisfacción política.
Tal vez estemos ante una insurrección silenciosa contra las organizaciones políticas, que no parecen proponer otro horizonte que la resignación ante el imperio de las economías de mercado, que desprecian a los más vulnerables. La abstención puede ser una respuesta social y política, y la falta de análisis rigurosos que la expliquen causa graves daños al sistema democrático. Carecemos de medios de comunicación independientes, existe claudicación ante la dictadura de los mercados financieros, no hay relación proporcional entre número de votos y representantes elegidos, no se conoce a los candidatos, encerrados en listas herméticas, se legisla contrariamente a lo proclamado en campaña, los partidos son incapaces de acuerdos, ni siquiera en asuntos básicos, y las desigualdades aumentan.
El desajuste entre teoría democrática y realidad es evidente. Al lado del 'todos somos iguales ante la ley' aparece un rey al que no se le puede juzgar a pesar de la evidencia de sus delitos. La corrupción cantada de algunos políticos lleva años dando vueltas por los juzgados sin que haya resolución. Junto al derecho constitucional a una vivienda digna aparecen (como buitres) los especuladores inmobiliarios amparados por las leyes. Muchos ciudadanos se matan a trabajar en jornadas interminables y, sin embargo, el salario no les alcanza para mantener dignamente una familia, y, al tiempo, las grandes corporaciones financieras y energéticas exhiben millonarios beneficios, sin que la política les ponga límite. Son muchos los ejemplos que pueden presentarse para explicar la desafección y el pensamiento de que la democracia y la constitución 'no van conmigo', sino que 'están contra mí'. Esta democracia que instituye 'un estado social de derecho' y que auspicia la justicia progresiva de los impuestos, muestra claros escrúpulos a la hora de exigir más a quienes más tienen, de subir el impuesto a los artículos de lujo, de actualizar pensiones mínimas, de erradicar esclavismos laborales, de perseguir dobles contabilidades o limitar beneficios a las grandes empresas.
Tal vez la abstención no sea únicamente un asunto de pusilánimes, sino de desencantados conscientes o de rebeldes con causa.
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