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50 años de impunidad

Ana Solís

Concejala de Memoria Democrática

Jueves, 20 de noviembre 2025, 01:00

Hace 50 años murió el dictador. Hace 50 años que vivimos en transición, con una monarquía impuesta y lavado de cara a las altas instancias ... franquistas que se reciclaron en algunos partidos políticos e instituciones. Es lo que tiene levantar una democracia sobre el miedo, porque la transición no careció de violencia ni represión.

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La memoria democrática empezó antes, con asociaciones y personas que, con coraje y constancia, han luchado por recuperar la historia verdadera a pesar del silencio y abandono de las instituciones. Su trabajo, muchas veces silencioso y frente a enormes obstáculos, ha sido clave para mantener viva la memoria y para exigir justicia donde parecía imposible. La historia oficial dejó fuera una parte fundamental de nuestro pasado, invisibilizando al pueblo y negándole sus derechos básicos. Ese pueblo trabajador que, de forma consciente, luchó por la democracia y la libertad frente al golpe de Estado y la represión. Fueron hombres y mujeres que arriesgaron todo —sus vidas, sus familias, su futuro— para defender los valores democráticos y los derechos humanos. No puede haber equidistancia entre quienes defendieron la libertad y quienes apoyaron la sublevación militar y se convirtieron en artífices de la represión, el miedo y la muerte. Honrar a los primeros es reconocer la verdadera valentía y condenar sin matices a los responsables de la dictadura.

La memoria democrática no trata de reescribir nuestra identidad, sino de completarla. De comprender que nuestro país está marcado por la violencia y por la resistencia y que, en esa tensión, se encuentra una parte esencial de lo que somos. La historia no desaparece por mandato de los poderosos, la historia se mantiene en la dignidad del pueblo, perseverando de generación en generación.

Cincuenta años después de la muerte del dictador, todavía hay quienes promueven el olvido como un garante de paz, pero para construir una paz sostenible son necesarias la verdad y la justicia. Hacer memoria es mirar adelante y decidir que sociedad queremos ser, cuáles son los valores que vamos a defender. Es una cuestión de Estado, nuestro relato no puede dejar a nadie atrás. También es un acto íntimo y personal, un diálogo con quienes no pudieron contar su historia, un descubrimiento de la trayectoria vital de nuestros antepasados cercanos.

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Hay que ser valiente para mirarnos de frente como sociedad, para afrontar lo que se nos quiso ocultar. La valentía requiere conciencia. La conciencia requiere conocimiento.

Vamos conociendo la verdad, de poco a poco, en una tarea que parece inabarcable, y esa verdad tiene que traducirse en actuación. Solo el hacer romperá el silencio que pesa como losa. No podemos conformarnos con homenajes y días señalados, es necesaria la divulgación, las políticas públicas en investigación y educación y la protección del patrimonio democrático. Pero también la revisión legislativa para acabar con la impunidad. Nuestro objetivo tiene que ser una ciudadanía crítica que pueda diferenciar los discursos de odio de la normalidad democrática.

El fascismo sabe disfrazarse con muchas caras, puede llegar como bromas, bulos, negacionismo, equidistancia, pero hay algo que le caracteriza siempre: está de lado de los verdugos y los poderosos. Hoy vemos muchas señales de alerta en quienes ridiculizan la memoria, culpabilizan a las víctimas, desprecian al vulnerable y amenazan al diferente.

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Recordar a quienes yacen en nuestras fosas, a quienes pasaron por los campos de concentración, a quienes padecieron trabajo esclavo, a quienes fueron torturados y violados, a quienes murieron bajo las bombas de la Legión Cóndor, a quienes sufrieron el robo de sus criaturas, a quienes se exiliaron, a quienes no pudieron hacer su proyecto de vida, tiene que ser una vacuna contra la banalización del odio. Una coraza contra cualquier forma de autoritarismo que pretenda volver a ocupar el espacio de la democracia.

La memoria democrática es una responsabilidad compartida.

Recordar para comprender. Comprender para actuar. Actuar para que el fascismo, en cualquiera de sus formas, nunca vuelva a encontrar terreno fértil entre nosotros. Ese es el compromiso. Ese es el camino.

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Estamos en tiempo de llegar a la verdad y esperemos que a la no repetición.

Para la justicia y reparación se requiere voluntad política.

Hace 50 años que murió el dictador, 50 años de monarquía impuesta, 50 años de impunidad.

Nuestra democracia es imperfecta pero no puede compararse con un régimen criminal. Por eso hoy hay que defenderla y decirle que no puede ser tibia en la condena de la dictadura.

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