Mi Mike's fue el de La Calzada. Allí, frente al parque de la Algodonera, se cocinaban los sueños que permitían que la chavalería pudiera ... formar parte del elenco de Regreso al Futuro o de Grease. En mis tiempos -todo lo manchaba la reconversión y los aletazos de la tragedia máxima, aún hoy poco contada, de la droga- ir al Mike's era una fiesta, un lujo de los pocos que muchos críos del barrio se podían permitir.
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Por eso ninguno, nunca, hemos podido olvidar. Mi mayor recuerdo del Mike's es el de los tiempos en que pegó fuerte Parque Jurásico. La primera, la de verdad. La hamburguesería, al menos la de la Calzada, aunque supongo que todas, sacó una serie de muñecos de dinosaurios. No estaban infantilizados; eran realistas, proporcionados, hechos con interés casi científico. Me entusiasmé tanto con ellos que pronto obtuve la solidaridad de todos cuantos me rodeaban: mis tíos, mis compañeros; todos me dieron, durante los meses en que duró la colección, sus puntos. Me hice con el Stegosaurus, con el Pachycephalosaurus, con el Diplodocus, con el ictiosaurio y con el pterosaurio. Así funcionaban las cosas entonces. Así funcionaban las cosas en el Mike's.
Digo, no sin pesar, que un día me hice grande y dejé de visitar el Mike's. Y que cuando cerró el local en el que tantas veces había soñado me lamenté y clamé gritos al cielo solo para darme cuenta al momento que tal vez yo también hubiera tenido la culpa de su desaparición. No lo sé. Una nunca se da cuenta de que la infancia se desvanece. Pero ocurrió una cosa en mi Calzada: cuando llegó, con gran pompa y oropel, la inauguración de una de esas enormes franquicias internacionales donde todo es de cartón piedra y los muñecos no se consiguen por puntos porque la espera desespera, a nadie de mi generación le impactó gran cosa el invento. Éramos, y seguimos siéndolo, niños del Mike's.
Vuela alto, Miguel, como tantas veces conseguiste que lo hiciéramos nosotros.
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