Cachivaches, caramelos y política
Las campañas electorales hoy en día consisten básicamente en nombrar un enemigo oficial y hablar de él de forma constante. Lo de prometer y dar soluciones solo se hace en contadas ocasiones
Cachivache es una palabra que, 'a priori', todos conocemos, usamos y entendemos. La empleamos para referirnos a cosas, objetos, utensilios, etc., normalmente de poca importancia, ... rotos o inservibles. Lo que María Moliner, en su magnífico diccionario del uso del español, denominó como «cosa llamada así despectivamente o porque no se sabe qué nombre darle». Esta definición me parece maravillosa, pero cachivache también es (tercera acepción de la palabra según la RAE), una «persona grotesca, embustera e inútil». Este significado está oficialmente en desuso.
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Bien, pues como amante de las letras, de las palabras raras en realidad y de las desusadas en particular, voy a empezar a utilizar cachivache para referirme a esos personajes mentirosos, farsantes en mayor o menor medida, que proliferan por el mundo como si formaran parte de alguna plaga bíblica. Además, no es difícil encontrar a quien calificar de tal modo, ¿no les parece? Seguro que tras leer la definición ya se les han ocurrido unos cuantos nombres, y más ahora que vivimos en una campaña electoral continua. Que, por cierto, no sé si se habrán dado cuenta, aunque supongo que sí, las campañas de hoy en día consisten básicamente en nombrar un enemigo oficial y hablar de él de forma constante. Nada más. Lo de prometer y dar soluciones solo se hace en contadas ocasiones. Como si las promesas, de repente, estuvieran prohibidas en política. A lo mejor es un ataque repentino de honestidad -no voy a prometer aquello que sé o intuyo que no voy a poder cumplir-,pero, sinceramente, lo dudo.
La búsqueda de un chivo expiatorio por parte de un grupo político no es algo nuevo, pero lo que sucede en estos últimos años empieza a convertir a gran parte de nuestros gobernantes o aspirantes a serlo en cachivaches de altos vuelos. Asistimos, cada vez menos atónitos, pues a todo se acostumbra uno, a mítines en los que se lanzan acusaciones, mentiras, embustes y patrañas como antes se lanzaban caramelos en las cabalgatas festivas. Mmmm. Caramelos. Lo de que ya no haya dulces es una pena, la verdad. Le daba, no sé, más alegría al acto. Ahora como somos tan serios y responsables a la hora de evitar contagios, caramelos para niños, mal. Muy mal. Montar una feria, un mitin, abrazarse los unos a los otros, dar desayunos informativos o meriendas o cenas o lo que sea, eso bien. Muy bien.
Regreso al asunto principal. Cachivaches. Políticos cachivaches que abren sus actos hablando y malmetiendo, que se decía antes, sobre otros políticos contra los que en realidad no juegan. Ejemplo. Sánchez contra Ayuso en la campaña electoral de Castilla y León. Deben de estar por esos lares muy contentos, sí, de que en lugar de tratar de solucionar sus múltiples problemas como la despoblación, la falta preocupante de empleo en determinadas zonas, el envejecimiento o la falta de recursos sanitarios, entre muchos otros problemas, se dediquen a hablar de Madrid, sus residencias de ancianos durante la primera ola de la pandemia, su presidenta, etc. Y al otro lado del espectro político ocurre igual. No se vayan ustedes a creer que esta patología la sufre solo un partido, de eso nada, y tampoco hace falta irse a Castilla y León para verlo. Más cerca también sucede.
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Cachivaches. Eso son. Cachivaches que en lugar de intentar solucionar los problemas reales de las personas (es bueno repetir esto: problemas reales) se dedican a -los franceses tienen una palabra que suena mejor que la que nosotros usaríamos en un natural castellano, pero que no emplearé, porque como buena amante de las palabras conozco otras igual de útiles y menos malsonantes- degradar, ennegrecer, enlodar y, la más sonora, emporcar la vida política y social.
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