Representada con éxito en Valencia de Don Juan la tarde del domingo 15 de septiembre. Luminosa, 29 grados. Cartel de figuras, Sebastián Castella, Borja Jiménez ... y Tomás Rufo. Toros de Nuñez del Cuvillo y Montalvo, que dieron juego y permitieron el triunfo de la terna.
Publicidad
Plaza recoleta, que el año pasado cumplió cien años y se conserva aseada para unos cinco mil espectadores que casi la llenaron. Muchos asturianos. Como era de suponer. Aquí desde bien pequeño yo pasaba el mes de agosto, y aquí vi una corrida por vez primera vez. Me quedó tan grabada como el primer partido que vi al Sporting contra el Elche de Vavá, que jugaba pegado a una banda a la que golpeabas como si fuera un tambor para ayudar a elevarse a Quini, o el espectáculo ciclista en la rampa del 17% en Pajares, con El Fogoneru sobreexcitado amenazando con echar monte abajo a un espectador que había tirado a un ciclista.
Valencia era el destino de los metropolitanos singles que cobraban todos los meses y lo gastaban en reloj y traje. Y no solo hombres, también iban chicas. La modernidad urbana ya estaba presente en Mieres y Langreo; allí iban en la década de los cincuenta a tomar «baños de sol». Luego se casaron y continuaron.
El viaje era una epopeya, salías de la estación de Ujo en el expreso de la mañana, llegabas a León al comienzo de la tarde, allí con la ayuda de uno de los muchos maleteros que aguardaban en la estación, transbordabas hasta la estación de vía estrecha para coger en Palanquinos el «tren burra» que a última hora de la tarde te dejaba en Valencia , donde o bien la familia ya tenía contratado acomodo o fácilmente lo encontraba. Toda una aventura a un mundo de luz y calor. Luego la segunda parte del viaje fue sustituida por el autocar de Fernández, de carrocería de aluminio y enorme . Más tarde el transporte lo aseguraba Divino cuyo moderno pullman te recogía a la puerta de casa. Después empaquetados en el 600, y cuando vino el 127 yo había dejado de ir. Atrás había quedado el río, las choperas, el olor de los rebaños al atardecer, la piscina, las meriendas familiares en las bodegas que terminaban con el himno dedicado a Juanita Banana y la sesión vermú en Las Pérgolas.
Publicidad
Pues algo de esto explica la presencia contumaz de asturianos en la plaza que lleva el nombre del alcalde que en 1924 la promovió. El de hoy ha echado la casa por la ventana para que recordemos estas fiestas y además de Panorama trae esta monumental corrida, que comienza con media hora de retraso cuando el público impaciente ya ha llenado tendidos y balcones; por cierto de difícil acceso, pues no hay puerta , hay que escalar el muro de la balaustrada suspendido sobre la fila 7 del tendido. No es fácil. Como no lo es encontrar el aseo. Los acomodadores son foráneos y el público desentrenado, lo que provoca confusiones.
-Aquí dice tendido 3 fila 5
-Pues entonces aquí no es, esto es balcón 3 fila 2
-¡Caray! con lo que me ha costado llegar – Y no me extraña pues el aficionado porta la nevera y una caja con bocadillos .
Publicidad
Así que con las peñas vestidas de fosforito en los tendidos de sol, la banda municipal uniformada y al completo, la presidencia ocupando su sitial, rodeada de la realeza de las fiestas acompañada de pajes y damas de honor, distinguidos por las bandas celestes que los revisten, da comienzo el acontecimiento, que no espectáculo como decía Tierno Galván.
El primero le corresponde al matador de mayor jerarquía , Castella . Es brocho, anovillado, de tranco irregular, que despavorido huye del caballo al sentir el hierro. El matador no brinda al público, pero poco a poco se hace con el torete y consigue sacarle lo mejor, templando su nerviosa acometida en una faena de mérito, que no de lucimiento, que acaba con el animal al segundo intento y sin una oreja. Al que cierra su lote, más cuajado y con trapío, le saca dos, bien merecidas, pues el torero viene a triunfar y se le juega en al menos un par de ocasiones , en el resto mantiene el compás, y saca series de naturales de su mejor repertorio mientras suena El gato montés.
Publicidad
Borja Jiménez , de nazareno y oro, con su estilo sevillano y atlético se faja con el toro desde las primera verónicas. Prodiga los faroles; luego, en la muleta, lo lleva bajo, el toro se engancha y con paso corto, toro y torero literalmente se abrazan en un torbellino inacabable. A algunos eso le parece síntoma de bravura y piden el indulto. Otros música. El presidente no se da por aludido; en cambio , el maestro no se hace de rogar. La larga faena aún se extiende con el escaso acierto al liquidarla, por lo cual recibe un aviso y, a pesar de que el público reclama su presencia, el diestro sale a saludar solo hasta los tercios y dignamente se retira. En su segundo recupera la iniciativa. Su estilo exuberante permite que se entafarre de toro y es premiado con dos orejas por el generoso respetable, que ya ha merendado. Y lo de generoso no es broma, pues después del tercero , Margarita colombiana y Carlos , de Pucela, sacan los bocadillos y los comparten con los vecinos, que aceptan encantados. Así que entre tientos a la bota, con clarete de Cigales, la tarde va pasando entretenida . Aquí al menos no ocurre como en La Línea donde al tercero el presidente abandona el puesto y se va a la sala VIP mientras el público despliega los manteles.
Tomás Rufo, triunfador en Gijón, se enfrenta rodilla en tierra a su primero, de buena planta, que se embarca con caballo y picador en una singular disputa que acaba con la acorazada en la arena. Rufo con estilo austero lo toma en las tablas y lo lleva a los medios donde realiza una faena premiada con una oreja. En el segundo sigue fiel a su estilo geométrico y alargado, aunque arriesga un poco más , lo que al final le valió quedarse prendido sin consecuencias. Ya se sabe que hasta el rabo todo es toro. Ya atardecido los tres toreros salen a hombros de los capitalistas, a los que espera fuera un público que reconoce su profesionalidad . Y no hubo más y fuesen .
1 año por solo 16€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión