Ferromagnetismo educativo
La LOMLOE incide en el mismo error que la LOMCE: no habrá una educación de calidad en nuestro país hasta que una ley no alcance los consensos necesarios para llegar a un pacto educativo que dure en el tiempo
Debería darles vergüenza haber aprobado otra ley alejada del necesario pacto educativo, demandado desde hace tiempo por la sociedad. Vamos por la octava desde que ... se instauró la democracia. Una nueva ley hecha, como otras anteriores, de espaldas a los encargados de ponerla en práctica: el profesorado. Llevo 31 años en el sistema educativo y sufrí una sucesión de leyes erráticas, que duraron lo que el gobierno que la promulgó, sin dejar tiempo para ver si funcionan o no. Atienden a luchas partidistas y polarizaciones políticas, que convierten en terreno de disputa uno de los bienes públicos que define el presente y el futuro de un país. Lo que sí se ha conseguido, ley tras ley, es minar de desánimo y desmoralización al profesorado, que hemos ido dejando atrás el entusiasmo con el que afrontamos nuestra difícil tarea con altas dosis de voluntariedad, entrega y desviviéndonos porque los alumnos aprendan.
Me van a permitir criticar tanto a tirios como a troyanos. Tal vez porque voy siendo mayor y sigo buscando la verdad, veo que tanto las izquierdas como las derechas usan los mismos recursos para generar discursos de exclusión y polarización convertidos en rentabilidades políticas. Atienden a estrategias diseñadas para ocultar realmente una falta de ideas, bajo representaciones teatrales esperpénticas, memeces y falacias, que dan la sensación de que no hay alternativas educativas, que las hay. Lo que se esconde detrás de cada cambio legislativo en educación es un lucrativo negocio que se proporciona a sus autores y adláteres de despacho, entre los que se encuentran los que llevan desde hace tiempo el timón de la nave: el 'clero' de los predicadores pedagógicos, que reforma tras reforma han ido empoderándose con el uso de su neolengua e 'ideas bonitas' alejadas de la realidad, que sirven para que el decorado se robustezca de tópicos y pastiches, limítrofes con la mística y así parezca progresista y democrático. Cada nueva ley se mueve en el terreno de políticas de gestos y no hacia nuevas trayectorias que realmente se necesitan en el sistema educativo. La decadencia de la democracia comienza con el deterioro del sistema educativo de un país.
Me opuse a la LOMCE, promulgada por el PP, y discrepo de la LOMLOE (solo las siglas me producen repugnancia) por la forma en la que se ha llevado a cabo y por las contradicciones que tiene en sí. ¿Creen que es el momento de andar cambiando todo el currículo en el periodo de incertidumbre por el que atravesamos? ¿Es propicio cambiar la estructura educativa en un momento de profundos cambios y duplicación de la burocracia en la forma de trabajar: presencial y telemática? Creo que no, aunque todos sabemos que el tiempo de la política no es el de la educación.
¿Cómo se sostiene defender la educación pública si en una parte del articulado se suprime el castellano como lengua vehicular?
La enseñanza concertada está movilizándose contra la LOMLOE. Es normal, teniendo en cuenta que la ley Celaá defiende, de boquilla, la educación pública como el eje vertebrador del sistema educativo. A los que somos firmes defensores de la educación pública, a priori nos puede parecer que está bien, pero a nada que rallemos veremos que la LOMLOE es en sí una pura contradicción. ¿Cómo se sostiene defender la educación pública, si en una parte del articulado se suprime el castellano como lengua vehicular? Defenestrar institucionalmente el idioma español es sustituirlo por las lenguas regionales que suplantan los valores españoles por fabulaciones y mitos nacionalistas, que propician el odio y la revancha a todo lo español y al Estado. Esta insensatez es dar alas a la identificación de los nacionalismos con su lengua, que acabarán balcanizando España. Al tiempo. Se relega la dimensión comunicativa (hablada por todos) a un segundo plano, frente a la identitaria-simbólica. Una concesión a lo grande a los partidos nacionalistas que apoyan al Gobierno, a cambio de chantajes que éste acepta. Lo que más me llama la atención es que la nueva ley sigue concibiendo la educación como un florero instrumental decorativo. Otra vez estamos a vueltas con la religión católica, que seguirá siendo de obligada oferta, pero ya no tendrá alternativa y no computará su nota para becas. Muy bien, pero deja sin tocar una de las herencias intactas del franquismo: el Concordato entre la Santa Sede y el Estado Español, que es la concesión más sustanciosa en financiación que se ha dado a la Iglesia Católica y que la ley Celaá, por supuesto, no cuestiona.
En suma, la implantación de la LOMLOE sigue la misma trayectoria de la estulticia impregnada en el seno de la educación por la LOMCE, porque incide en el mismo error: no habrá una educación de calidad en nuestro país hasta que una ley no alcance los consensos necesarios para llegar a un pacto educativo que dure en el tiempo. Decía Serge Moscovici, psicólogo social rumano, que los políticos de todos los colores rentabilizan el «ferromagnetismo social», que consiste en polarizar los grupos, para que cada individuo acabe moviéndose con un grupo de gente afín que mantiene opiniones similares a las suyas y, así, terminar flotando en posiciones extremas que apoyarán incondicionalmente sin pizca de autocrítica, y que producen cegueras respecto a los conflictos reales. El ferromagnetismo social es utilizado por las oligarquías políticas de un color y de otro para distraer la atención hacia fenómenos periféricos y dejar intacta la esencia de lo que importa. La LOMLOE sigue oscilando como un péndulo sobre los mismos dilemas: la dialéctica educación pública o concertada; religión en la escuela, sí o no; quitar o poner una asignatura de Educación para la Ciudadanía o Valores Cívicos; limitar o no el número de suspensos para pasar de curso y la vuelta a la eterna y fétida cantinela de demonizar la memoria (¿Todavía no se han enterado que «aprender es recordar»? Lo escribió Platón) y el conocimiento teórico, imprescindibles para poder ejercitar con acierto las competencias básicas, que como decía el adagio, «no hay nada más práctico que una buena teoría». ¡Basta ya! ¡Pacten de una vez! Están haciendo fosfatina el sistema educativo de este país, que necesita estabilidad en el tiempo. No podemos avanzar si lo que proponen unos lo echan abajo los otros. Ferromagnetismo educativo para ir a ninguna parte.
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