¿Quieres despedir a tu mascota? Puedes hacerlo en el nuevo canal de EL COMERCIO

Megalomanía

Nada satisface más a un megalómano que mantener al mundo pendiente de sus palabras, reflexiones u ocurrencias, aunque estas sean burdas y mezquinas

Hay quien piensa que la megalomanía es un producto dietético de última generación, o una desviación leve de la fuerza de la costumbre, o una ... graciosa broma de buen gusto. Pero la megalomanía es un trastorno mental severo que se caracteriza por la presencia, en el cerebro de fantasías delirantes de poder. El megalómano, arrastrado por una autoestima extrema, se cree en todo momento omnipotente, gentilmente relevante, indiscutiblemente grande y absolutamente necesario.

Publicidad

Nada satisface más a un megalómano que mantener al mundo pendiente de sus palabras, reflexiones u ocurrencias, aunque estas sean burdas y mezquinas, aunque sean trágicamente perjudiciales. Si sus acciones tienen repercusión y consecuencias, el megalómano está exultante. Estornuda y cae la bolsa; maldice y se destroza el PIB de todo un país; amenaza y tiemblan las fronteras; se pellizca su grotesca nariz de madera y muere gente inocente; favorece a sus ricos amigos del alma y miles de desfavorecidos se quedan sin servicios públicos básicos; se carcajea de sus propias gracias mediocres y sus fervorosos votantes sienten un orgasmo mental sobrecogedor. El megalómano está satisfecho cuando se materializa la esencia de su perversión mental.

Pero también puede ser la megalomanía una peste social que corrompa la convivencia de los pueblos al conformarse como un modelo de comportamiento que induzca a las personas a pensar, hablar y actuar como aprendices de megalómanos. ¿Cómo es posible, si no, que un gran porcentaje de la población (suficiente para ganar elecciones) entregue la representación suprema de sus intereses a irredentos megalómanos? Un lenguaje fabricado a medida, en el que no existe frontera entre verdad y mentira (el significado de las palabras se determina en función de las necesidades del megalómano para mantener su poder), es característica principal de este trastorno mental severo. Su lenguaje atrapa y convence. Y puede hacer el mal (de hecho, lo hace) porque sus depravaciones, maldades y corruptelas serán tomadas como provechosas virtudes. Quien elige a un megalómano no es víctima de ningún dilema moral, porque el oportunismo o pancismo (acomodar el comportamiento a lo más conveniente y menos arriesgado para provecho propio) del megalómano es percibido como bravura y arrojo, ya que no aprovecharse de las oportunidades es de cobardes; y el megalómano corrupto que confiesa sus debilidades, sus delitos, sus violaciones y sus apetencias incontenibles es tomado como el maestro heroico de la sinceridad, así que en el delincuente confeso se puede confiar, porque es sincero; y el engaño a las instituciones, la trampa fiscal, las falsificaciones de documentos, el ágil movimiento por las cloacas del estado o el cobro extravagante de comisiones son tenidos por los votantes afectados por el virus de la megalomanía como ingeniosas estrategias, admirables destrezas o legítimas maniobras políticas; y el abandono de los servicios públicos para favorecer el camino a los negocios privados se considera, no como un desprecio a los menos favorecidos, no como un desmantelamiento del estado del bienestar, sino como una lucha contra el despilfarro; y el megalómano no ha triunfado porque haya sido el más fuerte, inmoral, rico o corrupto, sino porque ha sabido aprovechar las oportunidades que le brindó la vida gracias a su talento, a su sentido común y a su don de la oportunidad.

Quien se presenta como salvador de la patria y adalid de la libertad es el más rico y poderoso, con sus hoteles de lujo y sus aviones privados y sus mansiones interminables. Quien se presenta como rey de la justicia es el más tramposo y corrupto, con sus condenas confirmadas, sus sucios y prósperos negocios, sus especulaciones indignas y sus mentiras manifiestas. Quien se presenta como el economista más habilidoso de la humanidad es el más torpe e ignorante, con sus cálculos errados, sus contradicciones notorias y sus decisiones siniestras.

Publicidad

Los megalómanos venden su magnificencia en envases vacíos de valores como si se tratara de una esencia perfumada de esas que ayudan a conseguir la felicidad. La intolerancia económica, racial y religiosa es su dogma principal. La mierda y el barro son los ingredientes principales de su alimento mental.

Como músicas narcotizantes resuenan voces que compiten por demostrar su incapacidad y su alejamiento constante de la realidad. Ya no hablan, sólo emiten sonidos que adormecen a unos, encolerizan a otros y a los más les arrastra hasta una indiferencia militante que provoca, en todo caso, infelicidad.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

1 año por solo 16€

Publicidad