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Tiendo un rayo de luz

Ante las presiones, directas o solapadas, Marcelino Gutiérrez siempre actuó con dignidad, manteniendo sus principios y sosteniéndolos

Miércoles, 27 de septiembre 2023, 01:19

Recibí la terrible noticia de la muerte de mi amigo Marcelino Gutierrez González, primero quedé abrumado y demolido, después fue un amanecer muy triste pues le tenía mucho cariño. Aunque el llanto me va a hacer razonar poco quiero, como presidente de la Fundación Foro Jovellanos del Principado y en nombre de todos los patronos y amigos, en primer lugar, expresarles a su mujer, hija, madre y hermana nuestros sentimientos de amistad y reconocimiento hacia él, decirles que todos lo recordamos en este momento, que los creyentes rezamos por él y que a ellas les damos un abrazo muy grande.

Él para el Foro Jovellanos fue una ayuda permanente, fiel, generosa y constante, una de esas personas que hacen la alegría de cualquier responsable de cualquier sociedad. No hubo actividad en la que faltase su ayuda para difundirla, no hubo acto ni publicación que no propagase, no hubo campaña en la que no entrase, siempre participó personalmente en todo lo que le pedimos y jamás que le solicité un consejo le faltaron el tiempo, las ganas, la paciencia, la sabiduría y el trabajo para dármelo. Además, amaba y conocía a Jovellanos mejor que la mayor parte de nosotros. El verlo daba la moral de saber que Jovellanos se propaga a través de las generaciones pues, de cuando en cuando, le salen hijos intelectuales como él. Yo creo que todos nos dejamos ganar por su nobleza y su gran alma de persona buena que siempre hizo el bien y nunca el mal.

Vuelvo a lo personal para deciros que lo conocí cuando empecé con el Foro Jovellanos y, pese a que él tenía la edad de mi hijo pequeño, desde la primera larga conversación le tomé afecto y un gran respeto pues ya me mostró su tranquilidad, su buen sentido, su comprensión de las cosas y su saber defender sus ideas sin alterarse. Después aprendí de sus conocimientos de Asturias, de su amor a Gijón y de su sabiduría para distinguir entre lo vistoso y lo importante.

Si veis una explosión de luz sobrenatural sobre el Muelle de Oriente, es Marcelino sobre su COMERCIO

Su amor a Asturias le hacía ver que el porvenir estaba en la sinergia de todos los que vivimos en nuestra tierra y la amamos por encima de localismos y endogamias. Por ello ante las polémicas y las presiones, directas o solapadas, siempre actuó con dignidad, manteniendo sus principios y sosteniéndolos. Y siempre olvidó posteriormente el rencor.

En síntesis, era leal y su palabra de oro, pues no hacía falsas promesas, defendía su postura y cumplía sus compromisos. Por eso se ganó el respeto de muchos y también creó amigos, porque muchos nos dejamos ganar por su nobleza y su gran alma de persona culta e integrada en nuestra sociedad.

Él supo llevar el timón de la nave de EL COMERCIO con mano firme, manteniendo los principios y sorteando los escollos para decir las verdades claras, pero sin cometer el pecado que las convierte frecuentemente en estériles, el de la inmoderación.

Por eso era respetado por todos los que fuimos acostumbrándonos al COMERCIO de ahora, a su COMERCIO, un periódico, el que él hizo, en el que el rigor en las noticias y la profundidad de los artículos se ganaron la admiración y respeto de todos, incluso de los perjudicados, pues, aunque a todos nos molesten las críticas, todos sabemos distinguir entre la acritud y el amor a la verdad, que todos vemos cuando, a veces después de un tiempo, reflexionamos. Por eso EL COMERCIO es el perfume de Gijón. De ese Gijón cuna de la innovación asturiana, que es mezcla del realismo poético del campo asturiano, de la búsqueda de nuevos horizontes que da el mar infinito, del sentido de la contención y del ver la vida con humor que dan nuestras altas montañas limitadas por la niebla y del liberalismo que da el trato con las gentes varias que vienen por la mar.

Por otra parte, él ahora estaba lidiando valientemente con un momento difícil para la prensa escrita como es el de la transición entre el papel y lo digital que implica dar, intelectual y económicamente, la vida a los dos con la independencia, la calidad y el nivel periodístico adecuados en una situación de gastos crecientes e ingresos dubitativos, lo que exige una gran eficacia y eficiencia. Ello da al Capitán trabajo y heridas: y si, como él, se tiene valor para asumir los problemas y hacer de amortiguador para evitar la presión a los demás, mucho más.

Por eso murió como un valiente: en la batalla. Como un líder que, en otro plano, descubrió, con humildad, los para otros ininteligibles misterios de Gijón y de su otro yo EL COMERCIO. No pretendió explicarlos: simplemente los amó.

Admiré su entusiasmo y generosidad, su potente energía intelectual, su capacidad y su sensibilidad para estar siempre al día de todos los aconteceres, pero sobre todo lo amé. Por eso recé hoy varias veces por él y recité, otras tantas, el 'Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías' cuyo final, dedicado ahora por mí a él dice:

«Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace, / un asturiano tan claro, tan rico de aventura. / Yo canto su elegancia con palabras que gimen / y recuerdo una brisa triste por los robles».

Quiero terminar con alegría y recordar que las personas, como él, decisivas para su sociedad, van directamente a lo más alto del primer círculo del cielo, a la cercanía de Dios, que como nos dio la libertad, premia la lealtad. Y no hay mayor lealtad que jugársela por la propia sociedad y por la propia empresa, cuando ambas lo necesitaban.

En ese cielo podréis verlo porque él está aquí, muy arriba, por encima del Muelle de Oriente y Santa Catalina, allí moran los gijoneses. Si en mañanas de niebla veis como una explosión de luz sobrenatural que abre,entre las nubes al cielo de Gijón y hace brillar como a dos perlas irisadas, saludad con la mano. Son Francisco Carantoña que está en Liquerique sobre el bronce de su libro 'Semblanza de Gijón' y Marcelino Gutierrez que está en el Muelle de Oriente sobre su COMERCIO...

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