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Cestas de Navidad y protección de datos

Sábado, 28 de diciembre 2024, 01:00

No sé si recordarán que les contaba este verano mi peregrinaje por diferentes floristerías de la provincia de Cádiz con un amigo que deseaba mandar ... un ramo de flores anónimo a una chica que 'cortejaba' y los notables impedimentos que se encontró, pues le vedaron dicho envío anónimo y el amor del gesto acabó cediendo ante la dureza de la ley de protección de datos.

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Creí yo que los periplos con la LOPD ya habían pasado, al menos en lo que a mi persona se refiere. Con uno como el que les conté de mi amigo enamorado pensé que era suficiente.

Pero no, la realidad siempre supera a la ficción. Les cuento.

Me llega a mi despacho profesional una cesta de Navidad. De esas que antes eran tan habituales y ahora escasean, como el dinero para pagarlas o la buena costumbre de ser agradecidos. Por eso quizá cada día valoremos más esos gestos.

Y me la trae una empresa de transportes de esas con implantación nacional. El problema comienza cuando, al abrirla, carece de la magnífica tarjeta que te desea Feliz Navidad y te aporta los datos de la persona que te obsequia. Nada venía dentro. Sin identificación (cosa que, por cierto, no permitieron a mi amigo, como ya les narré).

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Comienza entonces un periplo cansino e infructuoso. Llamé, en primer lugar, a la empresa que transportó la cesta. Tras no menos de diez llamadas (son tiempos de mucha entrega, se entiende, pero uno se desespera), una chica me busca el código y me dice que ellos no tienen ese dato, que solo saben la gran superficie que elaboró dicha cesta. Me indican el nombre de la gran superficie. Sigamos la aventura.

En la gran superficie el departamento de cestas de Navidad me indica que debo hablar con logística. Logística que solo atienden las peticiones de cestas de Navidad en curso, que si ya me la entregaron, tengo que hablar con postventa.

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Y en postventa, tras media mañana detrás del nombre del benefactor que endulza mi Navidad, se niegan a darme el dato. Me dicen que si no incluye una tarjeta, no pueden indicármelo, que infringe la ley de protección de datos. Insisto a mi interlocutora en que entiendo que sí la habrá incluido pero acaso en la vorágine de: 1.- Cestas de Navidad. 2.- Logística. 3.- Postventa. 4.- Empresa de transportes, puede, o sin duda debe, haberse extraviado.

Y que si quieres arroz, Catalina. Que ella no puede infringir la ley, y que yo la llamo por teléfono y no sabe quién soy. Le digo que soy el que tengo la cesta delante, le indico la referencia, el pedido de la gran superficie, el de logística, el del transportista, mi nombre como destinatario y mi dirección de entrega.

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Me sugiere que quizá haciendo una instancia por escrito, pero que no me lo puede asegurar y que ahora están en Navidad y que la cosa está fatal y que en enero llegan las rebajas y aún están peor, porque postventa tiene mucho tema en las rebajas.

Y aquí me tienen. Sin saber a quién agradecer las trufas de chocolate y el vino. El lomo y el champán. Con la amargura de que el chupito no pueda disfrutarlo y que quien me tuvo en su pensamiento piense que soy un desagradecido de tomo y lomo.

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El año que viene no tendremos cesta. Ya lo sé. Se lo debemos a la Ley de Protección de datos.

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