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Asomando agosto

Agosto es el mes del calor. Un mes tan hermoso como extraño en el que unos vuelven, otros van y otros están siempre en el ... mismo sitio. Aquí, en Gijón, aunque no es Benidorm, también pasamos calor, pero con el chubasquero siempre a mano. Agosto es un mal mes para ser alguien. Con el calor y en chanclas, despojado el cuerpo de su trabajo de importancia, de reglas y horarios, uno es turista de sí mismo y acaba acordándose de cuando no era nadie. Es decir, de cuando era niño y lo podía ser todo, porque agosto es un mes infantil que discurre entre el sopor y la espera de lo que traiga el porvenir que, como todo el mundo sabe –y la canción dice–: «Cuando llegue septiembre todo será maravilloso». Este mes es también el más surrealista de los meses, donde la gente ociosa y libre abre por unos días la mochila de la locura y el exceso, enseña más los tatuajes y usa más el móvil, Netflix, Instagram y todo lo demás. Y también hay que decir que Gijón –y en general Asturias– es un oasis de frescor comparado con el asador en que se ha convertido la península, de tal manera que, de seguir así, el personal de media España (o lo que vaya quedando) tendrá que coger las vacaciones en diciembre. Pero a lo que voy, acaba de empezar la Semanona con mucho espectáculo gratuito por toda la ciudad, con conciertos internacionales y la banda de rock más exitosa de Alemania que –me parece– es la de los Scorpions; además del paseo 'Gastro' por Begoña, los toros, los fuegos y más cosas. O sea, el panis et circenses de los romanos, sea dicho sin ánimo de ofender. Por lo demás, siguen los cabildeos informativos de los truhanes y pícaros indepen con las manos apretadas en ambos testes del presi, que aprietan o aflojan según les bombea más o menos privilegios. Y está la tronada del populismo de la extrema izquierda queriendo echar abajo el monumento a los Héroes del Simancas. En todo caso agosto saca al espacio público las cosas que todo el año están tapadas: ombligos, mondongos, sobacos, senos descalzos, cicatrices quirúrgicas y, claro, mucho sudor.

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