Gijón, capital del verano

Gente que parece querer fugarse de no sé sabe de qué ni de quién. Fugarse tal vez de los pelmazos, del jefe, de los acreedores, del marido, de la amante, de uno mismo… y venir hasta Gijón, que es nuestro Benidorm Cantábrico, nuestro Caribe asturiano, y echarse un novio o una novia a tiempo parcial o discontinuo. Se ve mucho bótox y mucha silicona; mucho mujerío por las playas con hilo dental por bañador. Y es que las mujeres, por fin, salieron corriendo del 'llar' dejando el pote quemar y ahora son ingenieras, juezas, médicas, periodistas, bancarias... Todo menos obispas, aunque eso se andará. Todos y todas con las tarjetas de crédito, que no paran de usarse, hasta que pasen los calores y llegue la época del Cobrador del Frac. Aquí, sobre todo por el verano, los fines de semana las calles son un vaserío de plástico, de orina, de botellones, de condones y cuerpos de oferta. Me dice un viejo amigo: ¡Quién fuera joven y tuviera padres bobos en la noche! Y otro me pregunta: ¿A dónde van todos estos jóvenes acelerados? Y yo les digo: pues adonde fueron siempre: A la protesta, a la lujuria, a la insolencia, al desorden… a por ahí… ¿Y nosotros qué? Pues a nosotros, los retablos viejos, siempre nos quedará la Escalerona