Si a un gijonés le preguntan dónde está Akaroa, es casi seguro que no tenga ni la menor idea. Pues bien, Akaroa, pequeña población situada ... en una paradisíaca bahía, es justo la antípoda de nuestra ciudad y está situada en Nueva Zelanda, en la isla más sureña de las dos que componen ese país tan lejano y tan desconocido de ese continente llamado Oceanía.
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Confieso que siempre me atrajeron las curiosidades geográficas y, quizá por ello, Nueva Zelanda siempre tuvo un poderoso imán para mí, llamándome la atención que un país tan lejano, con unas comunicaciones tan difíciles, ya que está extremadamente aislado en el mundo, dependiendo en gran medida de Australia, pudiese tener un gran nivel de vida. Con una superficie que es la mitad que España, y con una población de tan sólo cinco millones de habitantes, Nueva Zelanda siempre gozó de una buena posición económica, alejada de conflictos. Sus dos principales ciudades, Auckland y Wellington, están en la isla norteña del país y su clima es muy parecido al de Asturias. Es decir, clima suave y húmedo, lo cual hace que los famosos kiwis neozelandeses se cultiven con éxito en Asturias. De hecho, guardo el recuerdo imborrable de mi padre, ese hombre que hizo absolutamente todo por mí y por mi hijo, su nietín, con una entrega, cariño, sacrificio y dedicación absoluta, sin jamás pedir nada a cambio, cuando allá por finales de los setenta, como pionero y amante del campo que era, tuvo la iniciativa de plantar el primer árbol de kiwi en una finca que tenía en la aldea gijonesa de Llantones. El recuerdo de mi padre, con un corazón enorme y una generosidad sin límites, todavía hoy, no puedo evitar que humedezca e inunde mis ojos.
Si a alguien le mencionan 'Johnnie Walker', inmediatamente piensa en un famoso whisky escocés. En cambio, para mí, como cuasi-abstemio que soy, y por la debilidad que siento por Nueva Zelanda, John Walker es el nombre de un poderosísimo atleta de medio fondo neozelandés, nacido en 1952 y que tuvo grandes éxitos.
Su imagen era peculiar, con su vigorosa melena al viento, un físico que era opuesto a lo que se supone que debe de ser un atleta de medio fondo (africano y extremadamente delgado), ya que Walker tenía un poderoso tren superior y una fortaleza física evidente. Su gran zancada y poderoso sprint final le hicieron ganar muchas carreras, prolongando su actividad hasta los cuarenta años, señal de que era poseedor de un físico portentoso. En cambio, paradojas de la vida que nos muestra cada día lo impredecible que es, a los 44 años anunció que tenía la enfermedad de Parkinson, contra la cual todavía sigue su lucha. Debilidad y fortaleza, unido a imprevisibilidad, esa es la vida.
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Otro símbolo deportivo de Nueva Zelanda es el equipo de rugby, los famosos 'All Blacks', que durante años dejaron su impronta por los cinco continentes, siendo famoso su ritual, estilo maorí, antes de comenzar los partidos.
Y en el campo económico el país austral, es citado como ejemplo por haber diseñado un sistema mixto de pensiones, (parte contributivas, parte no contributivas, parte privada y parte pública) que funciona. También, es cierto que la cultura neozelandesa de sacrificio, honradez, esfuerzo y ética del trabajo y del negocio es opuesta totalmente a la española, donde reina la cultura del 'Lazarillo de Tormes' (ya saben, la historia de aquel ciego que soltó un garrotazo al lazarillo que, en teoría, le ayudaba porque habían hecho el pacto de comer las uvas de una en una cada uno y, llegado un punto el ciego comenzó a coger de dos en dos mientras el otro callaba, lo cual llevó al ciego a concluir sabiamente que el lazarillo las cogía de tres en tres). Ese manejo lamentable del dinero público y ese espectáculo nauseabundo en el que se cruzan acusaciones '…y tú más', es vomitivo y asistimos al mismo ante la indiferencia y resignación social.
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Ahora, Nueva Zelanda, de la mano del gobierno de Christopher Luxon, está de actualidad porque está tratando de salir de las políticas marcadas por el gobierno anterior de Jacinda Ardern, una abanderada del wokismo improductivo 'quedabien' porque el país comprobó que para repartir primero hay que producir. Algo que aquí se ha olvidado hace mucho tiempo. Pero, ya hace casi medio siglo, en los albores de la Facultad de Económicas de Oviedo en la calle Glez Besada, con profesores de prestigio como García Delgado, Cuervo, Anes, Costa, etc. y por encima de todos, un genio llamado César Murias que daba clase magistral con mayúsculas de Investigación y Dirección de Operaciones (Teoría de Colas, Cadenas de Markov, etc.), nos hablaban de líneas de pensamiento económico como las de Merton, Black-Scholes, Fama y otros que, posteriormente, llegaron a ser galardonados con el Nobel de Economía. Y en aquellas clases, que eran un soplo de libertad y de cultura económica, nos hablaban de la llegada de los 'reaganomics', hombres afines a la línea de pensamiento del icónico Ronald Reagan, defensores de que el dinero estaba mejor en el bolsillo del ciudadano que en poder de un estado que lo gasta de forma ineficiente, siendo éste un calificativo muy generoso en muchos casos. Pero, en paralelo a esos 'reaganomics', cuyo máximo exponente es Arthur Laffer y su famosa servilleta donde evidenciaba que había un punto de presión fiscal que maximizaba la recaudación fiscal, hubo otros precursores de los que ahora me admiro que nos hablasen allí, como eran los 'rogernomics', en honor del ministro de finanzas neozelandés, Roger Douglas, defensor de políticas liberales, el cual impuso la flotación del dólar neozelandés, la abolición de los controles de cambio, la privatización de correos y aerolíneas y…sobre todo, eliminó las subvenciones agrícolas, transformando un sector ineficiente y parasitario en una referencia mundial.
Ahora, otro país del sur como es Argentina, recibe las alabanzas de asociaciones y ong que luchan contra la pobreza infantil porque ha conseguido dar un giro radical a la pobreza de los pequeños, demostrando una vez más que la libertad genera riqueza y los subsidios miseria, lo cual no quiere decir que el Estado no sea necesario, ni su protección hacia los débiles, pero lo mejor es que no sea necesaria esa protección. Por eso, el éxito abrumador de Milei les duele tanto a muchos. Y, ahora, Nueva Zelanda está iniciando una andadura semejante a la que los 'rogernomics' caminaron, hace casi medio siglo, en contra de la extendida opinión existente de que es mejor que el estado piense y actúe por nosotros. O sea, wokismo y Agenda 2030. Pura entelequia y alpiste.
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Y volviendo a Asturias, intuyo que económicamente vamos a dejar de ser las antípodas del actual gobierno neozelandés. Algo está cambiando y cuando el viento de libertad sopla es muy difícil de frenar y menos con la boca abierta. Ese viento ya se nota en la piel y, además, el alpiste opiáceo escasea, con lo cual va a ser imposible retener al pájaro en la jaula. Akaroa está más cerca.
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