Una de las primeras lecciones que nos daban en la Facultad de Económicas era la disyuntiva o elección famosa entre 'cañones o mantequilla'. La idea ... provenía de tiempos duros de guerra en los cuales había que elegir entre usar los recursos productivos para fabricar armas o para conseguir alimentos. Evidentemente, en el mundo real las opciones no son sólo dos, pero la idea de 'cañones o mantequilla' pasó a la posteridad, simbolizando el hecho evidente de que en la vida siempre hay que elegir, por acción o por omisión.
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En cualquier caso, de aquella idea básica que consistía en elegir entre 'cañones o mantequilla' se derivan muchas conclusiones e ideas. Por un lado, la existencia del llamado 'coste de oportunidad' que viene a decir que el coste de hacer algo es la mejor oportunidad no aprovechada de hacer otra cosa. A nivel productivo en un país, existe la llamada FPP (Frontera de las Posibilidades de Producción). A nivel didáctico y sencillo, imaginemos un doble eje, ordenadas y abscisas, como una escuadra. En un eje estaría representado un bien o tipo de bien, en el ejemplo los cañones, y en el otro eje estarían representados los alimentos (la mantequilla) y sobre dicho gráfico habría dibujado una especie de arco que une ambos ejes. Ese arco, en sus distintos puntos, representa la FPP; es decir, lo máximo que una sociedad puede producir.
Por ejemplo, podrían ser 10 cañones y 10 toneladas de mantequilla o 15 cañones y 6 toneladas de mantequilla, etc. A lo largo de esa curva o arco hay representadas infinitas posibilidades de asignar los recursos de un país para conseguir el máximo de producción. Y es una curva y no una recta porque la productividad marginal es decreciente. Es decir, no rinde lo mismo el primer trabajador y más cualificado que se puede encontrar para producir cañones que el último que ya carece de conocimientos sobre el tema.
Todos los países están a la izquierda de la FPP, porque alcanzar el óptimo es una utopía, pero la diferencia consiste en que unos están muy lejos de esa FPP o frontera idónea y otros muy cerca. Cuanto más lejos esté un país de dicha curva de FPP, más recursos ociosos tiene. Y un recurso muy importante que según su utilización acerca o aleja a un país de dicha FPP es el trabajo.
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Hace poco, la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) publicó unos datos que reflejan el grado de desaprovechamiento de mano de obra que tiene cada miembro de dicha organización. Es cierto que medir esa variable es muy difícil y ambiguo, ya que pueden existir distintos criterios sobre qué se considera mano de obra inactiva como, por ejemplo, cómo se contabiliza a un parado que hace cursos o uno que trabaja a tiempo parcial o un fijo discontinuo. De hecho, hay una disparidad brutal de datos dentro de organismos oficiales en España, hasta el punto de que su discrepancia respecto al paro sobrepasa el millón. En cualquier caso, la posición de España en la publicación de la OCDE debería hacer reflexionar en el sentido de que no vamos en la dirección correcta.
La lista de 'desaprovechamiento de capital o factor humano' de la OCDE la encabeza Turquía con un escandaloso 32%, seguida de Chile y Colombia que rozan el 23%. La cuarta ya es España con el 20,86%. La media de la OCDE está en el 13,52% y países de nuestro entorno como Francia Bélgica y Portugal tienen el 13%. Alemania y Estados Unidos tienen el 8%, Japón, el 10%; Holanda, el 7% y Polonia (un país que va como un cohete), el 5,36%.
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Viene a la mente la típica parábola de los remeros japoneses en la cual dos embarcaciones compiten entre sí, una española y otra japonesa. En la española reman pocos y, lógicamente, pierden. Ésa parábola describe la FPP, porque en una sociedad en la cual se desaprovechan gran parte de los recursos productivos, como la mano de obra, está condenada al fracaso. España lleva muchos años con un índice de desaprovechamiento de capital humano muy superior al de países de su entorno y eso no es casual, sino causal.
Las razones por las cuales España tiene esa vergonzosa tasa de infrautilización de recursos humanos son varias, pero todas de la misma índole. La economía está sobrerregulada, hay infinidad de ayudas que desincentivan la búsqueda activa y aceptación de empleos (¿quién va a querer trabajar si con ayudas diversas puede ganar poco menos que trabajando?), hay una legislación laboral tan tuitiva y rígida que impide que las empresas puedan contratar de acuerdo a las necesidades que el mercado demanda (porque aunque algunos no lo crean el mercado mueve la vida y menos mal que es así) y, también, porque hay un sistema educativo muy alejado de las necesidades del mundo laboral, con lo cual se produce la situación paradójica de que hay gente buscando empleo y a la vez empresas que no encuentran trabajadores cualificados. La consecuencia de todo eso es la infrautilización del capital humano y la pérdida de riqueza para el país y de bienestar económico.
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A todo lo anterior hay que añadir el daño brutal que el 'buenismo' ha hecho a la sociedad y que hace tener a las personas una expectativas muy por encima de sus opciones reales, lo cual genera insatisfacción vital, culpando al entorno y al mundo de no poder tener eso que la persona cree que se merece… Claro que no sabe que lo llevan engañando desde que empezó a estudiar vendiéndole una ilusión irreal. La vida y la realidad económica son implacables. Las razones por las cuales España tiene una gran infrautilización de su capital humano, por trabas legales e incentivos erróneos que impiden acercarse a la FPP, son las mismas que hacen que conseguir una vivienda en alquiler sea una utopía para muchas personas.
Cada vez que se lanza una idea atacando a los arrendadores y demonizándolos o se publica una ley que supone un ataque para el arrendador, disminuye la oferta y sube el precio y ese día están haciendo un daño tremendo a muchos inquilinos que buscan vivienda. Si no se pusieran palos en las ruedas de la economía y se dejase vivir a la gente en paz, todo iría mucho mejor.
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Por eso, en la pregunta típica que nos formulaban en el curso primero de Teoría Económica, 'cañones o mantequilla', en el caso de España, la respuesta es: «Ni cañones ni mantequilla». Lo que nos sobran son normas y corsés regulatorios que ahogan a la economía y que perjudican a los más débiles. Justo a esos a quienes dicen defender.
En una película de los Hermanos Marx, no recuerdo el título, el genial Groucho lanzaba la idea de convertirse en políticos, prometiendo acabar con la pobreza en un periquete. A lo que uno de sus hermanos decía: «¿Cómo vamos a conseguir eso?». La respuesta de Groucho fue digna de Maquiavelo o de algún otro: «Eso no importa, lo que necesitamos es que haya pobres para venderles nuestra receta».
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