Dice el brillante sociólogo británico Anthony Giddens (Londres 1938), laureado con el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales del año 2002, que el mundo ... actual se caracteriza por tres fenómenos, como son el turismo, el deporte y las redes sociales. las cuales han cambiado profundamente nuestro modo de comunicarnos.
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Ciñéndonos al deporte-espectáculo, la unión que surge entre el espectador y un equipo o club sustituye un poco la identidad nacionalista que existía cuando las guerras se libraban en el campo de batalla, no como ahora, que tienen lugar en la economía y en el ciberespacio. A una conclusión parecida llega el matemático y economista judío Robert Aumann, Premio Nobel de Economía del año 2005, compartido con Schelling. Aumann, gran especialista en gestión de conflictos y en negociaciones bélicas, resalta el papel del deporte de masas como «estabilizador social» y como «canalizador de frustraciones», las cuales se liberan en el estadio, vitoreando o insultando a mercenarios que besan escudos, desviando la atención de los verdaderos problemas que tiene la gente (vivienda, sanidad, pensiones...).
El deporte-espectáculo está basado en la competitividad, es decir, en el hecho de ganar o perder. Otro israelí, Daniel Kahneman, líder de la escuela conductista de economía, afirmaba que el ser humano continuamente mide y compara y el deporte es una muestra. El deporte-espectáculo siempre está basado en la lucha por ganar. Aquel eslogan de hace medio siglo que decía 'lo importante es participar' es una gran mentira. Bilardistas o Menottistas, lo importante es ganar (no tener la posesión del balón). Y para mantener una competición que sea atractiva para el espectador, en los deportes de equipo hay básicamente dos modelos, que son los siguientes:
l. Modelo de liga cerrada. Sin ascensos ni descensos, estilo NBA o ligas estadounidenses de hockey-hielo, beísbol o fútbol americano. Una gran ventaja de ese enfoque es que para los inversores, dueños de esos clubs, es más fácil realizar un desembolso y una apuesta, ya que hay certeza de que se podrá ofrecer el espectáculo al espectador y, consecuentemente, recaudar ingresos, a diferencia de las ligas abiertas, con ascensos y descensos, en las cuales un club si baja a segunda se encuentra en un 'cementerio de elefantes' en el cual es imposible sobrevivir. Por el contrario, les falta la emoción de los ascensos y descensos. Tienen un sistema llamado 'draft' que hace que, al principio de cada liga, cada equipo pueda elegir jugadores del campo universitario según el orden inverso al cual finalizaron en el último campeonato. Aunque eso, en teoría, garantiza una permanente tendencia a la igualdad, en ligas como la NBA hubo décadas dominadas por los Boston Celtics y por los Angeles Lakers, lo cual contradice dicha virtud del draft. Otro problema de ese sistema es que hay grandes sospechas de que los equipos tiran partidos para intentar quedar los últimos y, así, poder elegir los primeros en el draft del año siguiente, sobre todo cuando hay un Michael Jordan a la vista para poder ser 'drafteado'.
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2. Modelo de liga abierta. En éste sí hay ascensos y descensos, lo cual ofrece mayor emoción por abajo, pero dificulta la llegada de grandes inversores, porque los clubes no tienen garantía de que vayan a jugar la Champions el año siguiente o de que permanezcan en Primera División. Es decir, peligran sus ingresos. En el caso de España, presenta el gran defecto de que hay un reparto brutalmente desigual de los derechos de televisión, lo cual genera una tendencia creciente a la desigualdad, ya que clubes como el Real Madrid o el Barcelona reciben cada año una importe cantidad de dinero por TV, equivalente al presupuesto de más de una década de clubes como el Sporting, lo cual perpetúa el dominio abrumador de los grandes. En el caso inglés, los derechos de televisión se reparten mejor y por eso la liga la disputan realmente muchos más clubes (Arsenal, Manchester City, Liverpool, Manchester United, Chelsea, etc.). Y, a veces, la ganan equipos como el Leicester, Newcastle, Leeds United... Algo impensable aquí. El fútbol europeo, tras el intento de Florentino de crear una liga cerrada, asiste al nacimiento de una liga de 36, que está viviendo este año sus primeros pasos. Puede que estemos ante algo tan histórico como cuando el gran Santiago Bernabéu, un presidente extraordinario, valiente y modesto, honrado a carta cabal, ideó, junto con el diario francés 'L'Equipe', el formato de lo que se llamaría Copa de Europa.
En España, la llegada de las SAD y la desaparición del derecho de retención han convertido la Liga en una pantomima entre el Real Madrid y el Barcelona, aderezada con claros tintes políticos, siendo los demás meros comparsas. Estamos ante un modelo incoherente, en el cual el espectador se cree que es alguien con poder de decisión y sigue agitando su pañuelo mirando al palco, cuando realmente no pinta nada y sólo está pagando una entrada por un 'espectáculo' (perdonen el eufemismo) y su único grado de libertad consiste en dejar de pagar y no asistir. Pese a eso, la afluencia a los estadios aumenta y los telespectadores son cada vez más.
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Decía el genial y excéntrico Johan Cruyff cuando le preguntaron la razón por la cual su equipo había ganado un partido: «Porque hemos metido más goles que el contrario». El fútbol de competición es magia y los estadios rugen, aunque el espectador no pinte nada ya. Una magia que ahora han matado con el VAR, porque uno ya no sabe si celebrar los goles o no, hasta que pasen unos minutos y el VAR decida con sus peculiares líneas de trazo grueso. Prefiero los errores que matar la emoción instantánea.
La dimensión del fútbol es tal que muchos clubes extranjeros ya cotizan en bolsa y cuando vamos por la calle parece que las pantallas de todas las televisiones son verdes.
Pero, sobre todo, el deporte- espectáculo y, en particular el fútbol, son el mayor antidepresivo que se conoce.
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