El Premio Nobel de Economía del presente año 2024 acaba de ser concedido a los economistas Daron Acemoglu, Simon Johnson y James Robinson. Los dos ... primeros están vinculados al MIT de Massachusetts y el tercero a la Universidad de Chicago. Se unen así a otros ya galardonados en el pasado, como Samuelson, Hicks, Friedman, Tobin, Bechker, Nash, Akerloff, Mundell, Krugman, Aumann o Shiller, los cuales con sus ideas han influido de gran manera en el mundo actual. Otros ilustres que sonaban como candidatos este año eran Janet Currie, Partha Dasgupta, Paolo Mauro, Kenneth Rogoff e incluso Vitalik Buterin, el creador de la criptomoneda Etehreum.
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Los tres galardonados han nacido en la misma década, los años sesenta, y los tres han dedicado sus estudios a la influencia poderosa que tienen las instituciones sociales y económicas para el progreso y desarrollo de un país. La academia sueca en la concesión de tal galardón recalcó que «las sociedades con un estado de derecho deficiente e instituciones que explotan a la población no generan crecimiento ni cambios para mejor». Los galardonados añadieron que aquellos países que tienen una visión inclusiva, no en el sentido manido y demagógico actual, sino en el de no dejar atrás a una gran parte de la población, aprovechando el potencial de una sociedad, llegan a mejores metas que las que tienen un 'enfoque extractivo', o sea, viendo a la población como un mero factor productivo o pagador de impuestos. Cada uno que entienda esta idea como quiera.
El turco Acemoglu y el británico Robinson ya sonaban desde hace años en las quinielas predictivas y son autores de un icónico libro titulado '¿Por qué fracasan los países?', de lectura amena y didáctica. En él resaltan la evidencia de que el desarrollo de un país no se explica únicamente por la bondad de su clima, orografía, etc. Y exponen que hay países como Brasil, Venezuela o los latinos europeos que lo tienen todo para vivir muy bien. En cambio, los países nórdicos (Finlandia, Suecia, Noruega...) tienen un clima adverso, cierto aislamiento geográfico y orográfico y, pese a ello, en ellos se vive mucho mejor. La diferencia estriba en la organización social que tienen, en la ética con la que funcionan esas sociedades y en el funcionamiento de sus gobiernos e instituciones.
Acemoglu y Robinson exponen el caso de dos ciudades llamadas Nogales, que en el fondo son casi una sola. Una de ellas situada en el estado norteamericano de Arizona y la otra en México, divididas por la Avenida Internacional y conocidas popularmente como 'Ambos Nogales'. Mientras que la norteamericana es rica y próspera, la mexicana es pobre y peligrosa. El clima y la orografía son iguales, pero los países a los que pertenecen y sus respectivas instituciones son muy distintas y la calidad de vida de la población de las dos ciudades también.
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El mensaje de Acemoglu, Robinson y Johnson es todo un aviso a navegantes para muchos gobiernos extractivos, que en lugar de culpar al mensajero y esquilmar a su población, deberían ocuparse de tener posturas menos demagógicas y luchar por contar con instituciones transparentes y eficaces que mejoren la vida de la gente. Porque se supone que para eso son los gobiernos ¿O, tal vez no?
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