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Las luces de Navidad no son cualquier cosa

Domingo, 30 de noviembre 2025, 01:00

Una semana después que Madrid, Gijón ha encendido sus luces de Navidad. Vigo lo hizo quince días antes, pero es que Vigo se ha tomado ... esto tan en serio que cualquier año lo hace en agosto. En Madrid, el encendido se ha convertido en un evento multitudinario que ese día convierte la vida de los ciudadanos en un auténtico caos. No es fácil vivir en Madrid en noviembre y diciembre, la ciudad te pone a prueba en cada momento. Es, con diferencia, el período del año en el que más echo de menos Gijón y las ventajas de utilizar mis pies para desplazarme de un sitio a otro. Esta semana, sin ir más lejos, pulvericé mi récord en hacer los 20 kilómetros que separan mi casa de la radio: tardé una hora y veinte minutos.

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Recapitulemos: manifestación de la universidad pública, concentración en Ferraz por Koldo y Ábalos, Blackfriday, visita de Estado del presidente de Alemania y juernes prenavideño ya con quedadas de empresa…me lo zampé todo. Eso sí, todo muy bien iluminado y muy bonito. Los cláxones de los coches eran una parte más de los villancicos que se escuchaban a las puertas de algunas tiendas y los agentes de movilidad no daban abasto para discutir con los conductores nerviosos y estresados.

Gijón se llena, pero es otra cosa. Es como cuando me dicen en agosto en San Lorenzo que hace calor y pienso en el horno crematorio en el que se han convertido los veranos en el centro y en el sur de la península. Es verdad que somos una ciudad con atascos, que en general no está muy bien concebida para moverse en coche, ni para entrar ni para salir, pero aún estamos, creo, a salvo de esos récords de horas detenidos. Gijón mantiene niveles muy óptimos de bienestar incluso en estas fechas y sin pretender ser Vigo tiene mucho encanto en Navidad.

Me gusta el paquete de regalo en el que se convierte el Antiguo Instituto en el Parchís, la Plaza del Ayuntamiento (creo que es el top 1) y las bolas suspedidas sobre la fuente de la plaza del Carmen. No soy muy fan de la estrellona del Náutico porque sigo pensando que ahí nada supera al placer de mirar al Cantábrico y a la Iglesia de San Pedro, a la que por alguna extraña razón no iluminamos nunca como deberíamos. Y echo de menos las zambombas del sur, arte puro, que son divertidas y emocionantes.

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Las luces de Navidad no son cualquier cosa. Les guste o no, muchos juzgarán a la ciudad también por esas bombillas. Los alcaldes y alcaldesas se la juegan en estos detalles, y, por supuesto, en la seguridad (qué miedo el asunto de los robos en los chalés), la limpieza, los conciertos de Poniente, los fuegos de la noche de Begoña… Lo pensaba esta semana mientras añoraba la vida en Gijón atrapado en un gran atasco navideño.

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