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Don Justo

Ha muerto sin poder ver rematada su catedral, aunque ya con forma bien definida, con su estilo ecléctico mezcla del gótico y de lo que sea

Miércoles, 1 de diciembre 2021, 01:51

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Tenía 96 años y una vida que había cundido como tres, las mismas que habría necesitado para concluir su obra. Recuerdo muy bien la primera ... vez que le vi y lo que escribí de él todavía bajo el impacto de lo que tenía delante y con la duda de saber si me hallaba ante un iluso obsesivo o ante un admirable caso de constancia y fe en sí mismo, pero en todo caso ante alguien especial. Don Justo Gallego era flaco como un suspiro y fuerte como las encinas de su tierra. Uno le veía trepar por los andamios que él mismo levantó como pudo y pensaba de dónde diablos exprimiría tal fuerza aquel cuerpo enjuto que podía, no solo con la carga que llevaba, sino con el peso de sus muchos años. Quizá él no reparase en ello, pero cuando se es capaz de convertir la frustración en sujeto creador pocas cosas resultan inalcanzables. Don Justo había sido en su juventud monje cisterciense, hasta que un mal día contrajo la tuberculosis y el abad le indicó que aquel no era sitio para enfermos contagiosos y que la vocación sin duda era una llamada divina, pero que el riesgo aquel era muy humano y que pues eso. Don Justo, enfermo y con la gran aspiración de su vida destrozada, decidió crearse otra, material, gigantesca, inhumana, una grandiosa oración que durase mientras viviera y que le sirviera para entregarse todo entero. Decidió construir él solo una catedral.

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