Lo mal diseñada que está esta vida
Solo tendría sentido si, cuando por fin hemos aprendido lo que es la vida, esa verdad que solo somos capaces de atisbar y no siempre, cuando el tiempo está a punto de terminarse, tuviéramos la opción de empezar de nuevo
Que la vida está muy mal pensada es algo que creo que no ofrece ninguna duda. No parece tener mucho sentido el modo en que ... se organizan los años y nuestro paso por ellos, esa asincronía entre lo que se puede y lo que se debe, lo que se hace y lo que se sabe, lo que se espera y lo que llega. Un mal diseño que solo tendría sentido si, cuando por fin hemos aprendido lo que es la vida, esa verdad que solo somos capaces de atisbar y no siempre, cuando el tiempo está a punto de terminarse y el aprendizaje no sirve para nada, tuviéramos la opción de empezar de nuevo. Si el tiempo fuera circular y no lineal. Si no estuviera todo tan mal pensado que los días largos y felices de la infancia nos pillan sin conciencia de lo precioso que es el tiempo, la juventud hay que dedicarla a hincar codos y labrarse un futuro, los años en que deberíamos estar disfrutando de los hijos tenemos que dedicarlos a trabajar como campeones para pagar una hipoteca y llenar la nevera, cuando llega la jubilación hay que ocuparse de los nietos, y cuando estos son ya adolescentes y parece que por fin, resulta que nos vemos con más de setenta años teniendo que hacernos cargo de padres nonagenarios. Muy mal pensado todo.
Publicidad
Ni siquiera es seguro que de tener la oportunidad de vivir de nuevo (sabiendo lo que sabemos, eso que hasta los más tontos repiten con convicción) seríamos capaces de hacerlo mejor.
Y consignado ya lo mal organizado que está todo esto de vivir, estoy convencida que de todo ello, lo peor tiene que ver con el propio final de la vida, y lo peor de lo peor, con el después. Es bien sabido que en general se nos da muy bien enterrar a los muertos, y ante la circunstancia de que alguien abandone este mundo desaparece como por ensalmo cualquier defecto y todo se vuelven lamentaciones por la gran pérdida, y de repente todo el mundo busca alguna foto en que se sustanciara la amistad que nos unía para colgarla en las redes, y las lamentaciones se mezclan con obituarios doloridos, y no estoy poniendo en duda que en general, que oye, a veces pues no, no sean merecidos.
Solo que no, que está mal. Que yo creo, como cantaba Ana María Drack hace muchos años que «quiero que me den mis flores, señores, antes de mi funeral». Que todo el mundo se merece que se conjuguen los verbos de los afectos, la admiración y la gratitud en tiempo presente. Que las flores, los reconocimientos, los elogios, solo sirven (si es que de algo sirven) cuando uno está vivo. Que no hay constancia de que nadie pueda estar viendo desde algún sitio nuestras lágrimas por sinceras que sean, y que si así fuera, seguro que habría preferido un abrazo, un café, un paseo, una mirada en la que se leyera la suerte que tenemos de conocer, de compartir, de querer a alguien.
Que voy a ver si registro como idea, lo de los funerales en vida, si algún listo no lo ha hecho ya. Y no porque vea yo ahí un nicho (ejem) de negocio, no. Por la pura convicción de que no hay nada más triste que tener que llorar ante un féretro por todos los te quiero que no se dijeron, por todos los abrazos para los que nunca supimos encontrar tiempo.
1 año por solo 16€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión