Legítima defensa
Esconderse detrás de la pancarta florida del pacifismo queda bien para un domingo por la mañana, pero en Ucrania mueren inocentes que tienen derecho a protección y defensa
«La guerra vuelve estúpido al vencedor y rencoroso al vencido», decía Nietzsche. Las imágenes que nos llegan de Ucrania son horrendas. Nos provocan rabia ... y nos hunden en la tristeza. La guerra es de cobardes. Ninguna guerra está justificada, como ninguna dictadura lo está. Putin es un oligarca sátrapa, porque gobierna despóticamente, a la manera del zar Nicolás II, y arbitrariamente, como lo hizo Stalin, y porque hace ostentación permanente de su poder. Lo sabe el mundo entero. En Rusia la corrupción está institucionalizada y las cárceles están llenas de activistas y opositores. Me pregunto cómo será la personalidad de este hombre, qué oscuros pensamientos albergará su cerebro. Abandonado por sus padres biológicos, fue entregado de niño a una familia de sustitución. Putin es un hombre solitario, frío y desconfiado. La carencia de afecto y la extrema soledad suelen compensarse con frialdad, exacerbado dominio y la apariencia de una exagerada fortaleza. Su experiencia como agente de la KGB sin duda ha contribuido a oscurecer su personalidad.
Al igual que les ocurrió a Hitler o a Stalin, a Putin le resulta imposible contener su fanatismo expansionista. Rusia fue humillada por el mundo occidental cuando se desmoronó la URSS. Tal vez Putin quiera demostrar a Occidente que se equivocó con Rusia. Tal vez quiera demostrarse a sí mismo que sus padres se equivocaron al menospreciarlo y abandonarlo a su suerte. Él marca el paso a base de ostentación y de violencia. Las democracias europeas se han unido contra Putin. Él ha conseguido lo que parecía imposible. El mundo entero está contra esta invasión bélica que no responde más que a su personalidad megalómana. Hasta Suiza ha dejado de ser neutral. La alerta mundial está justificada, porque no siempre las guerras las ganan los buenos. Estamos con Ucrania, porque sus ciudadanos se defienden legítimamente. El mundo entero se conmueve con el sufrimiento y el desconcierto de los ucranianos.
Esta tremenda injusticia es un buen momento para que la inteligencia le gane el terreno a la estulticia. La derrota de Ucrania sería la derrota de todos los demócratas. Las democracias han de reflexionar sobre su relación comercial y política con dictadores, tiranos y sátrapas. La economía no puede justificarlo todo. La amenaza de guerra nuclear por parte del sátrapa es tan desproporcionada, tan absurda y escalofriante que hasta a la dictadura China, fiadora siempre del sátrapa, le han temblado las piernas. Claro que hay más guerras en el mundo. Todas son repudiables, todas inútiles, crueles e injustas. Claro que hay que defender la paz, pero Ucrania es un país cuya soberanía ha sido violada sin más razón que el afán expansionista de Putin.
Se escuchan algunas voces que justifican la decisión criminal de Putin, que la disculpan. Hemos incomodado a la bestia, nos dicen, y la bestia tiene sus derechos. Es interesante analizar la filiación de estas voces. Resulta esclarecedor para entender la configuración contradictoria del mundo moderno. Son voces que proceden de los extremos que a veces se tocan. Putin habla para ellos y les cuenta que oprime a la república de los iletrados porque los ama, que los bombardea porque quiere llevarles la libertad y la democracia. Es algo así como un combate entre el talento y la estupidez. Una vez más se reproduce la farsa y se activa la fiesta de los crédulos. EEUU jugó a ese juego de falso mesianismo en muchas ocasiones. Esta vez le tocó a la envalentonada Rusia.
¿Aprenderá Europa a valorar la dignidad de los pueblos? ¿Emprenderá por fin el camino hacia la condena definitiva y sin paños calientes de la tiranía y de la violación sistemática de los derechos humanos? Será difícil, estando China y algunos países árabes en la nómina de los reprobables. Todas las guerras llegan cargadas de intereses ocultos, de hipocresías y de falsas intenciones, porque todas pregonan la libertad de los pueblos y los pueblos lloran y sufren y mueren en medio del fuego criminal. Simplificamos, evitamos las preguntas, huimos de una reflexión amplia sobre nuestra civilización y sus servidumbres, nos dejamos envolver por la sucia espiral del horror. Pero defenderse es siempre honorable y legítimo. Esconderse detrás de la pancarta florida del pacifismo queda bien para un domingo por la mañana, pero en Ucrania mueren inocentes que tienen derecho a protección y defensa. La oligarquía rusa habrá de pagar por esto. Por fin Europa responde.
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