Nunca supe muy bien, quizá por mis escasos conocimientos sociológicos, si existe ese ciudadano medio, representante de la mayoría de connacionales, que expresa el sentir ... orgulloso del progreso de su país o de su localidad y rechaza con amargura e impotencia conductas deshonestas y políticas populistas. Lo que algunos siguen llamando, ya manidamente, el 'Juan español', con reminiscencias en la serie televisiva que, en el lejano 1972, se emitió con guion de Luis Emilio Calvo Sotelo.
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Supongo que, aunque los linderos de la clase media sean muy imprecisos según quien los defina, hay afinidades notables a la hora de aceptar o rechazar determinadas políticas, lo que, siempre desde la diferente convicción ideológica, configura mayorías que, democráticamente, propician la alternancia en el poder. Es justo y saludable, aunque el tópico de que el pueblo es sabio, nunca me lo he creído, al menos a corto y medio plazo. Todos hemos visto elegir y revalidar en el machito a personajes poco recomendables que han acabado muy mal o se han librado de la cárcel de puro milagro o por sorprendente inacción de la justicia.
Ese hipotético ciudadano medio tiene ya a su alcance una amplia información de lo que se cuece; tanto de los medios escritos y audiovisuales, a la carta, como de las poco fiables redes sociales. Dicho de otro modo, que puede formarse opinión, pese a algunas tertulias penosas por la osadía de los intervinientes o su sectarismo irreductible. Pero, bien, figurémonos a una persona que, con toda la que está cayendo, cree honradamente que es muy conveniente un cambio en el Gobierno nacional. A esa mujer o ese hombre que, pongamos que, en Asturias, se siente preocupado por lo pactado en materia de financiación singular de Cataluña, ya que todos los técnicos y hasta el Ejecutivo regional entienden que nuestra envejecida región se va a resentir sensiblemente, y que, antes, se mosqueó con la amnistía o el control de fronteras y otras cesiones a los nacionalismos, es lógico que le tiente votar a la derecha. Máxime cuando don Pedro Sánchez lo esté pasando mal para seccionar y separar la conducta de unos corruptos con poder del propio poder o el partido socialista.
Claro, esa ciudadanía amplia, pero algo amorfa, se mueve con un sentido ético y, en ocasiones, sin grandes conocimientos jurídicos, entendiendo que hay cosas con difícil encaje legal, dígalo quien lo diga. Y por eso, intentando soslayar que la derecha fácilmente pactará con los extremismos que faciliten una investidura, tiene decidido invertir el papel actual de gobierno y oposición. Pero resulta que, una vez más, –pobre España–, afloran posibles delitos muy graves, concebidos y ejecutados desde gobiernos anteriores del partido conservador y, concretamente, desde lo que los especialistas conciben como 'El Estado dentro del Estado', es decir, el Ministerio de Hacienda. Todavía leyes antiguas, cundo se refieren a la Hacienda Pública, están hablando de la personificación del Estado. Llegar a alterar normas para lucrar y lucrarse es de lo más grave que puede concebirse en un estado de Derecho. Y la cuestión es ver en qué para todo y en cuanto tiempo. Recuerdo siempre un sucedido en la II República, sobre el que escribió lúcidamente Alejandro Nieto, referido a la aparición en el diario oficial de un Decreto no aprobado en Consejo de Ministros, en materia agraria. Don Niceto Alcalá Zamora pilló el gazapo delictivo y ordenó una investigación: acabaron sancionadas dos mecanógrafas. Vuelvo al presente: al ciudadano que abomina la corrupción próxima al actual Gobierno, este último 'hallazgo' y los juicios que se avecinan de supuestos cohechos anteriores, casi le deja sin opción de papeleta electoral. Personas con simpatía antigua o heredada hacia el Partido Comunista tampoco tienen actualmente un referente homologable al cien por cien. Y el voto en blanco, en estos momentos, no sirve de nada, máxime con una ley electoral que ya se sostiene con muletas y propicia inestabilidad en investiduras y votaciones de calado.
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Con todo, ese ciudadano medio, se pone la venda o una pinza en la nariz y, confiando en la regeneración de la alternativa, vota a la derecha en el convencimiento de que todo lo que no le ha gustado de los pactos de Sánchez, sea revertido y, muy particularmente, los privilegios dudosamente constitucionales pactados con Cataluña –el próximo, el fraccionamiento de nuestro extraordinario programa MIR– o con las dos comunidades forales. Por no hablar de concesiones exageradas a los socios más a la izquierda.
Pues bien: aquí me atrevo a ser tajante, que no profeta. Esos grupos minoritarios de la periferia también son importantes para formar o asentar gobiernos de derechas. Ya ha pasado más veces en nuestra democracia –tampoco Zapatero derogó las cesiones de Aznar a Pujol–, por lo que, salvo alguna sesión de maquillaje, lo transferido o delegado se quedará tal cual por los siglos de los siglos. No nos engañemos. De ahí que sería muy importante, para tranquilizarnos a todos, que se mantuviera la unanimidad en los partidos asturianos para defender a nuestro Principado. Otro 25 de mayo, por favor.
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