¿Quieres despedir a tu mascota? Puedes hacerlo en el nuevo canal de EL COMERCIO

Un mar de Perlas

Llarina González

Martes, 25 de noviembre 2025, 01:00

Estos días había un enlace que se repetía ampliamente en los diferentes grupos de Whatsapp de amigas o por privado: la canción La Perla de ... Rosalía. El enlace iba siempre acompañado de un «tía, es que es Fulanito tal cual», «joer, no hay mejor forma de describir a Menganito que así», «cada vez que lo escucho me viene Zutanito a la cabeza, es increíble»… y así, podríamos seguir. Decidí escribir Fulanito, Menganito y Zutanito para dar anonimato a estos hombres, que ya sabemos aquello del #NotAllMen pero… Aunque lo cierto es que si dijera algún Antonio, Manuel, José, etc. no me estaría equivocando, pero, bueno, vamos a no herir sensibilidades individuales.

Publicidad

Lo cierto, y sobretodo lo importante, es que Rosalía no conoce a todos y cada uno de nuestros ex, ella no estuvo en todas y cada una de nuestras relaciones sentimentales como para ser capaz de personalizar con ese nivel de detalle las vivencias que la gran mayoría de mujeres experimentamos y por las que nos sentimos tan representadas en sus letras. El éxito de esta canción no sólo se debe a la gran capacidad que tiene Rosalía para describir a un ex de una forma sumamente melódica, fruto de su arte y exquisita composición, que también, sino, y especialmente, por la capacidad de representarnos a todas y cada una de nosotras a través de sus sílabas y rimas. Desgraciadamente, y por mucho que su disco tenga ciertas conexiones con la divinidad, esta descripción no es obra divina, es simple y llanamente el resultado del patriarcado.

Es altamente preocupante que casi todas las mujeres hayamos tenido una, o incluso más de una, perla en nuestras vidas y ahí es donde tendríamos que poner el foco de las políticas públicas. Esta forma de relacionarse, de entender las relaciones sentimentales que repite Rosalía en varias estrofas es fruto de una forma de proyectar las relaciones desde la jerarquía, desde la desigualdad y desde la incapacidad máxima por trabajar y desarrollar la empatía y los cuidados. Ese terrorista emocional es un hijo sano del patriarcado que fue educado en los cánones de la masculinidad normativa que tarde o temprano acaban ejerciendo diferentes formas de violencia, a mayor o menor escala. Y, me repito, ahí es donde tendríamos que poner el foco de las políticas públicas.

Tras varios años en los que el feminismo fue capaz de marcar agenda y conseguir que se hablara de las múltiples y variadas formas en las que el patriarcado nos atraviesa, vemos como está habiendo una involución de las conquistas feministas. Esta involución se debe principalmente al contraataque de aquellos, en masculino, que siempre vivieron con y en privilegio. Aquellos que parten de una posición de superioridad y poder, tanto social como económico, no van a soltarla tan fácilmente. Como siempre decimos, patriarcado y capital, alianza criminal.

Publicidad

Por eso, educar en feminismo, educar en valores como los cuidados, la equidad, la empatía, el respeto por quien tengas al lado independientemente de sus genitales, de su color de piel o de su posición económica son cuestiones fundamentales para evitar que sigamos teniendo un mar de perlas en nuestra sociedad. La coeducación es imprescindible, tan imprescindible que nos va la vida en ello me atrevería a decir y aquellos partidos políticos que la niegan, la cuestionan e incluso la atacan está cometiendo una irresponsabilidad social inaceptable. Negarse a educar en valores de igualdad y respeto sólo alimenta la diferencia estructural y social que reina a día de hoy y que es el caldo de cultivo para la violencia sistémica que sufrimos. Al patriarcado se le combate con educación. Negar esa educación y cuestionar el feminismo es aumentar ese mar de perlas, y es, también, proveer de armas a los hijos sanos del patriarcado que luego nos dan 50 puñaladas «porque nos querían».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

1 año por solo 16€

Publicidad