Por lo que se ve, entre independentistas, separatistas, terroristas, progresistas, y demás 'istas', nos están preparando un traje gubernativo a medida. Otro más, y menos ... cómodo aún, si cabe. No obstante hoy, y para que nadie se me enfade, me voy a relajar al sol, y plantearles tan solo algo que, sin ser tan acuciante como la política, no deja de resultarme curioso. Me refiero al asunto textil, a los trajes de verdad. Ese hábito que (sin duda alguna) hace al monje, o viste a la mona del refrán. Más en concreto, aludo a la moda masculina del 'Slim-fit', lo 'pretu' dicho en cristiano. Resulta que ahora se estila vestir así, con americanas ultra cortas y pantalones 'skinny', que son casi como mallas.
Publicidad
De verdad, tengo la impresión de que a los paisanos este asunto se nos está yendo de las manos. Lo que antes se llamaba raquítico, 'para ir a pescar' en lenguaje costumbrista, se ha tornado en código de estilo para multitud de caballeros, inocentes víctimas que transitan asfixiados en prendas que no les hubieran entrado ni en su primera comunión. De axilas, sudoraciones y demás efluvios corporales mejor no hablar, no vaya a ser que les pille desayunando. El caso es que hay que estar hecho un tirillas para llevarse medianamente bien con esta moda. El atuendo requiere torería para que quede todo en su sitio, como si fuera un traje de luces. ¿Los habrá con taleguilla? Diría que el Slim-fit les sienta bien a cuatro máquinas medio desnutridos, y ni siquiera éstos hacen vida, ya que el textil no negocia: ni estira, ni cede, ni se amolda. Por ello, es preciso ir con cuidado, y calcular bien cualquier escorzo; un 'crack', y kaput, para casa con una mano tapando el estropicio. Yo ya me iba, que se me hace tarde.
Esta ambiciosa tendencia hacia lo 'preto' se da cada vez con más frecuencia, y no solo en futbolistas, que son por lo general gente joven, arriesgada, y con pasta. Tipos finos y con 'perres asgaya' para derrochar en trapos imposibles. Ahora ya no sólo son ellos, y por raro que parezca, la tendencia prolifera entre tipos con más años, y muchos más frixuelos. No miro a nadie, pero se ven por ahí unos cuantos que están a punto de salir rodando, sumándose con bravura a este estilismo. Paisanos bien criados, a punto de romper aguas; sufridores vocacionales a los que les vendría bien no una talla más, sino cinco o seis. Para más inri, el atuendo lo sufren una jornada entera, con inauguración y almuerzo de por medio. Fabes y 'Slim fit', mal negocio. Calor y transpiraciones; arrugas, brillos y aromas, en prendas de esporádica tintorería, y nula lavadora. Qué pereza.
El problema de lo 'Slim' es que el portador no parece ser del todo consciente de la dura realidad. Quiero decir, el ser humano está diseñado para ver de frente, pero no por detrás. Por delante, se intuye que algo no va bien cuando se encuentran serias dificultades para abrochar la chaqueta. También al observar que la punta de la corbata asoma cuan culebra y mira hacia el frente, como si estuviera viva. Ese complemento suele ser por lo demás colorido, ambicioso y audaz, lo cual empeora las cosas. Más abajo, luce un cinturón que no debería verse con la chaqueta abrochada, pero ahí está, reluciente y extra aplomado, víctima de una panza; impotente, como un convidado de piedra en un espectáculo textil del que preferiría no ser parte. Por sotavento las cosas no mejoran, pues donde debería haber una espalda más o menos lisa y recta, aparecen dos prominencias laterales, sendas lorzas que con otra talla pasarían desapercibidas, mas lucen ahora como dunas bajo el sol, tambaleándose a cada paso ante la feliz ignorancia de su portador. De traseros y demás coceduras, mejor no hablar, que es feo. Ojos que no ven, corazón que no siente.
Publicidad
En fin, que noto que de un tiempo para acá el traje se está convirtiendo en torpe símbolo de avaricia, en contraposición a la sabiduría femenina. En cualquier evento social veraniego lo verán, a ellas disfrutando con tirantes y sandalias, mientras sus acompañantes sufren en silencio, en su sauna particular. Tiesos y agarrotados, aguardando desesperados a que alguien se atreva a quitarse la chaqueta, a romper el hielo de la estética, a joder (con perdón) la boda. Florecerán entonces surcos infinitos, sobacos inexplorables, nudos violentamente aflojados. Con lo guapo que había salido yo de casa.
Quiero hacer, por tanto, dos ruegos. El primero, a los pocos sastres que quedan en el mundo, y a los dependientes de la sección de caballeros. Tipos desalmados, que sueltan lo de 'te queda planchao', antes de pasar por caja. Un comentario muy cruel, y bien lo saben. Por favor, tengan piedad, no hagan a sus clientes víctimas de su propio ego. El segundo, ya agonizante, se lo envío al Sastre Mayor del Reino, al guapo más guapo, a nuestro Ken de la Moncloa, rey del 'Slim-fit' azul celeste, que quizás ahora nos esté cortando desde La Mareta un traje a medida, imposible de vestir. Que mida bien, y ojito con las costuras, no vaya a asfixiarnos, a los cándidos rojigualdos.
1 año por solo 16€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión