Un merecido 'hasta siempre' a Escohotado

Comencé a leer a Escohotado en los ya lejanos años ochenta, de la mano de un discípulo suyo que conocí cuando estudiaba Filosofía en la Universidad de Salamanca. En las tertulias -que solíamos hacer en los bares- comentábamos un libro, de cabecera para nosotros, de Escohotado, 'Marcuse: utopía y razón', en el que tomando como base la filosofía de Marcuse, el ideólogo de la revolución de 1968, intenta aunar a Hegel con Marx y Freud. Más tarde publicó, y lo leímos, 'Filosofía y metodología de las ciencias sociales', un magnífico manual para conocer los entresijos de la historia de la ciencia en autores como Ptolomeo, Galileo y Newton. Libro que rescribió en 2003 y que titulo 'Génesis y evolución del análisis científico', añadiendo al manual de 1987 algunas secciones de teoría económica y la crisis de fundamentos en matemáticas, que siguió al descubrimiento en el siglo XIX de las geometrías no euclídeas, por parte de los matemáticos Riemann y Lobachevsky. Muy recomendable por el análisis que hace de los sistemas axiomáticos y lo que significa el intento por axiomatizar una ciencia. En 1989 aparecería el ensayo 'Historia general de las drogas', que le convertiría en un intelectual maldito y políticamente incorrecto, porque defendía la legalización de las drogas desde un análisis antropológico de las distintas sustancias psicoactivas, y que en mis clases de ética recomiendo a mis alumnos y alumnas (lo tenemos en la biblioteca del centro) para que tengan información sobre tan espinoso tema. No comentaré más libros estupendos del autor, como pueden ser 'Caos y orden' (1999, Premio Espasa de Ensayo), 'Los enemigos del Comercio' (2008, 2013) y el reciente 'Frente al miedo' (Ed. Página Indómita), en el que recopila importantes artículos escritos en la sección de Opinión de 'El País', 'El Mundo' y 'Diario 16', porque no tengo espacio.

En fin, se nos ha ido un sabio, que supo mezclar la substancia aristotélica con las sustancias psicoactivas, y como tal «no dijo todo lo que pensaba, pero siempre pensaba todo lo que decía», compartiendo con sus lectores toda la ingente documentación que había detrás de sus investigaciones. Hasta siempre Antonio, nadie como tú supiste mostrarnos, en aquellos años jóvenes la irremediable separación radical entre lo verdadero y lo bueno y despertaste en nosotros la fría pasión del conocimiento, que como decías «no interesa saber lo que las cosas son antes de estudiarlas». Te echaremos de menos.