Pocas veces he escrito un titular con tanto placer. A las mujeres nos suelen pasar cosas tremendas (tremendamente malas) por ser feministas, así que, por ... una vez, se premia con el Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades a Gloria Steinem por ser, ni más ni menos, que feminista.
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Steinem no es un icono, ni la madre de ningún feminismo con apellido, ni tan siquiera se parece al absurdo retrato que hace de ella la serie 'Mrs. America' -absurdo por exagerado y distorsionado-. Una serie emitida por HBO España y que la propia Steinem calificó de ridícula precisamente por centrarse en lo que no fue esa época, una lucha entre mujeres.
Steinem es una feminista de pies a cabeza, lo que significa que no es una feminista de salón; tampoco una feminista de cuello para arriba, con mucha teoría y poca militancia.
Siempre la he admirado. Cómo no hacerlo siendo periodista, autora de 'Mi vida en la carretera', coetánea de Betty Friedan y parte de aquella espectacular tercera ola del feminismo norteamericano.
Pero quizá lo que la hace tan valiosa a sus 87 años es que ha permanecido fiel a los principios del movimiento feminista, a su memoria y a su historia.
No ha caído en ninguna tentación de la modernidad, ni siquiera cayó en el error de no apoyar a Hillary Clinton en las elecciones de 2016, como hizo buena parte del feminismo norteamericano, y tampoco ha olvidado que el enemigo es el patriarcado y el feminismo el movimiento autónomo de y para las mujeres.
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Steinem recuerda a quien quiera escucharla que «la nueva izquierda» de su época era tan patriarcal como la vieja y que el movimiento de los derechos civiles estaba lleno de mujeres -blancas y negras-, sin que se las tuviese en cuenta.
¡Enhorabuena, feminista!
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