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La nueva política

El error no es tener ideas, sino su ausencia, pobre traducción y materialización

La política implicaba interés, proyecto, sensibilidad e ideología colorista según el mundo ensancha y se hace más complejo pero, curiosamente, triunfa lo opuesto: político 'apolítico' ... y política vacía. Quien ayer habitaba 'los mundos de Yupi' gestionará el futuro por más que a la política del instante le resulte indiferente. No sorprende ver a quien busca nuevo pesebre, sí a la vieja clase política entregada a la causa, convencida que liquidará al rival e ignorando que este Leviatán de aire esperpéntico y simplón acabará llevando todo por delante.

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Politizar la vida, tener ideología, tomar partido, cuestionar lo 'normal' resulta sospechoso, inconscientes del peligro de su renuncia, pues el error no es tener ideas, sino su ausencia, pobre traducción y materialización. Sobran en sanidad y educación, la economía es cosa técnica; las infraestructuras, tema de expertos y los servicios sociales, asunto de campañas y voluntarios, olvidando que cuando la vida comunitaria abandona el debate por un supuesto sentido común, queda anulada por un pensamiento único y uniforme que traducen expertos proclives a reducir la política a circo para divertimento de la sociedad ociosa.

Lo confirma la llegada de bufones y charlatanes vestidos de políticos que solo colorean el aburrimiento. Explica que ya asome por el horizonte esas autocracias que no llegan en tanques ni calzan botas de caña, no ametrallan –por ahora–, dejan la gorra de plato por la gorra visera y el Ministerio de Guerra por el de Propaganda, no emiten comunicados triunfantes sobre ejércitos derrotados y cautivos porque la rendición se firma a base de carcajadas y chistes fáciles de tipos zafios y cerebros que regresan a su origen.

No debía politizarse el covid, los incendios, la dana, los cribados de mama, no toca abrir debates sobre peajes, presupuestos, emigración, acoso escolar corrupción, pues solo cabe una lectura y solución. La conclusión parece obvia, aquella libertad que presuponía una vida de posibilidades y un ser humano creador de múltiples respuestas, está amortizada y caducada. Resta un mundo plano con autómatas de apariencia humana al dictado de invisibles manos, programa cerrado y gestor oculto; a cambio, disfrutemos de abnegados bufones dispuestos a hacer el ridículo con tal de facilitar la digestión del tedio y la vacuna contra el peligroso virus de la diversidad. Ya lo dijo Platón: «El precio de desentenderse de la política es el de ser gobernado por los peores hombres».

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