La semana pasada tuvo lugar en el Museo Bellas Artes de Asturias el acto público y oficial de entrega a los nietos de don Pedro ... Rico de las dos pinturas incautadas a su abuelo durante la guerra civil y que después fueron objeto de depósito en su sede. Asistieron parientes del protagonista, miembros de la Junta de Gobierno y sobre todo las máximas autoridades del Principado en la materia, como el presidente, Adrián Barbón, y la consejera de Cultura, Vanessa Gutiérrez. Ambos desplegaron con acierto y humanidad su buen hacer, empatía y discurso para que resultase por fortuna un evento memorable.
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Ya que hablo de memoria me gustaría recordar algunos hechos relativos al asunto que acaso puedan enmarcar mejor su calado. Pedro Rico fue alcalde de Madrid, el primero de la República, en dos mandatos. El segundo, efímero, al comienzo de la guerra civil. Su peripecia en un buen ejemplo de aquello que dijo Machado y popularizó Serrat, pero por reduplicado, pues no fue una de las dos Españas la que hubo de helarle el corazón, sino las dos. Parafraseando a Unamuno, tanto los 'hunos' como los 'hotros' le tributaron una inquina digna de mejores causas. El retrato de la época que hizo Foxá en su Madrid de Corte a Checa permiten asomarse a este abismo.
El expolio de la colección de arte a la que pertenecían las obras ahora devueltas fue resuelto por la 'Junta de Incautación y Protección del Patrimonio Artístico' el 9 de julio de 1938, organismo oficial de la República Española, bajo la larga sombra de Bergamín. Por entonces, el alcalde depuesto ya se había exiliado por la persecución que hubo de padecer, tras asilarse primero en la Embajada de Méjico en Madrid, partiendo más tarde al destierro del que jamás retornaría. A ello se unió la posterior condena por el Tribunal de Responsabilidades Políticas en 1941 a quince años de destierro.
Es lo cierto que nunca el organismo del régimen franquista – el Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional– devolvió a sus legítimos propietarios dichas obras artísticas, que fueron reclamadas transcurridos muchos años de restauración de la democracia en España. El acto de reponer a sus legítimos dueños los lienzos en su día requisados y jamás repuestos es un tributo a la justicia que nos engrandece como sociedad.
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Este jueves se produjo la efeméride del medio siglo desde la muerte de Franco. Me pregunto cuándo, resistiendo a su interesada manipulación histórica, definitivamente lo enterraremos y por fin podamos honrar la frase de Azaña: «Paz, piedad y perdón».
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