Lo real y su doble

Este giro radical se produjo con 'El adversario' (2000), un relato de no ficción que supuso su inmediata consagración literaria.

Se suele vincular esta obra con 'A sangre fría', de Truman Capote, pero, más allá del común seguimiento de un suceso real, el libro de Carrère conmociona por el grado extremo y hasta enfermizo con que se implicó el autor para tratar de comprender a quien había cometido los crímenes más abyectos y tan bien había mentido durante años, sobre todo a sí mismo. Desde entonces puede decirse que todos los libros de Carrère tratan de abarcar la vida ajena a la luz de la suya, como si al ocuparse de sus existencias, desde los novelistas Philip K. Dick y Limónov hasta los evangelistas que retrata en 'El Reino', persiguiera alumbrar los rincones más oscuros de su propia identidad.

A caballo entre la autoficción y el retrato de toda una época (la historia de Rusia durante los últimos setenta años, los primeros años del cristianismo, la crisis contemporánea), sus libros logran un efecto desconcertante en el lector, que se balancea entre lo real y su doble, entre lo que fue y lo que podría haber sido.

Tal vez Emmanuel Carrère no escriba ya novelas, pero la sustancia de la que están hechas sus obras, su minucioso montaje y, sobre todo, la mirada empática que, con todas sus aporías, proyecta sobre los seres que caen bajo su lupa son propios de una novela. Tal vez por eso sus libros se leen a pesar de todo «como una novela».