Hace unos días, pude leer, por fin, una buena noticia: el Máster de Género y Diversidad de la Universidad de Oviedo es reconocido con el ... Premio Menina 2025, que otorga la Delegación del Gobierno en Asturias. El motivo es el papel activo que ha tenido durante más de veinte años en la transformación de la sociedad en materia de género. También se reconoce la trayectoria de sus impulsoras por haber abierto el camino de los estudios de género: las catedráticas de Filología Inglesa Isabel Carrera y Socorro Suárez Lafuente, por un lado y las profesoras titulares de Historia Antigua en la Universidad de Oviedo Rosa Cid y Amparo Pedregal. Se cumplen ahora 10 años del fallecimiento de esta última y a quienes fuimos sus alumnas en el Doctorado de Estudios de la Mujer nos parece que aún la podemos escuchar hablar de los hermosos atardeceres desde Trastévere. Ojalá le llegue de alguna manera el aplauso del reconocimiento.
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Para quienes nos formamos en la pública y pertenecemos a familias humildes, siendo la primera generación que pudo acceder a la universidad, el campus universitario era lo que para otros suponía un lugar sagrado. Podíamos acceder al conocimiento y estudiar asignaturas que nos gustaban. Pasábamos horas debatiendo en la cafetería. Nos agrupamos en colectivos antiglobalización y pudimos escuchar en persona a las Madres de Plaza de Mayo. Ayer, se me removía el estómago cuando vi en televisión la noticia de Vito Quiles, el agitador del odio de la ultraderecha, arengando por enésima vez a sus acólitos desde un campus universitario. Esta vez había elegido la Universidad Complutense de Madrid y, por supuesto, no había pedido permiso. La basta con juntar a unas decenas de seguidores e insultar a los estudiantes, a sus profesores e incluso a la televisión pública. Afortunadamente tuvo enfrente a alumnado y profesorado dispuesto a rechazar el fascismo en la universidad. Los profesores y profesoras que peinan canas saben muy bien el riesgo que supone que el totalitarismo entre en la academia. Muchos tuvieron que combatirlo siendo estudiantes durante la dictadura franquista.
El mes pasado tuve la suerte de conocer a Isabel Alonso Dávila. Historiadora, docente y escritora. Es autora de 'Plaza de los lobos. 1968-1977'. Un libro que recoge los testimonios de trece jóvenes pertenecientes al movimiento estudiantil que sufrieron la represión franquista a manos de la policía política. Uno de los testimonios es el suyo, fue detenida tres veces por defender los derechos de los estudiantes. Perteneció a la llamada Generación TOP que tuvo que sufrir la violencia del temido Tribunal de Orden Público. Cuando supe que impartía charlas para hablar al alumnado del valor de la democracia la invité a mi instituto. Sé que mi alumnado no va a olvidar sus palabras. Su experiencia se circunscribe a la Universidad de Granada. Yo le comenté que tenía amigos que habían vivido experiencias similares en la Universidad de Oviedo.
Recuerdo con cariño los relatos del desaparecido periodista Chéfor Rad cuya memoria me acompaña siempre. Entonces ella me pidió que escribiera sobre el tema y que animara a quienes aún pueden contarlo a escribir un estudio sobre el movimiento estudiantil en Asturias y su contribución a la llegada de la democracia. Ojalá estas líneas sean un comienzo.
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