A estas alturas, entrar en el terreno que afecta a la 'Hispanidad' no deja de ser una trivialidad y un tanto arriesgado; especialmente, por las ... características culturales de buena parte de la población. Aquí, se pone en solfa incluso la existencia de la nación española hasta el extremo de rehuir la utilización del concepto 'España' para ser sustituido por el 'Estado español'. Conforme a lo que defienden algunos iluminados, tres comunidades autónomas quedan excluidas dentro de lo que se entiende por España y entre los independentistas y buena parte del sector político de izquierdas debe ser eliminada la terminología admitida históricamente. Con estas bases, el diálogo entre sordos parece garantizado, pese a la tozudez de los hechos. Es más, la mera celebración de una realidad incuestionable ha sido denostada mediante la envoltura de un supuesto despilfarro de fondos públicos. Esos mismos han jaleado la esperpéntica 'caravana marítima', escoltada desde los recursos destinados para la cobertura de otras finalidades. Con este andamiaje, la comprensión correcta del legado no está garantizada. Excesivas traslaciones asamblearias, propias de burgueses recién incorporados a las confabulaciones universitarias de salón.
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Para los que, según el momento y las circunstancias, la culpabilización genocida solamente se aplica unidireccionalmente, su vendaje impide valorar el paso dado para dejar la edad de piedra y poder acceder a una situación en la que los derechos de las personas se ajustasen a una eticidad muy diferente. Con los españoles se pasó de la antropofagia, el infanticidio, las violaciones en cadena y la tiranía genocida de los opresores indígenas al reconocimiento de los derechos de todos los pobladores. Los escépticos y malintencionados nunca han valorado el paso dado en la atención educativa y sanitaria. De ahí que no sea infrecuente la denominación asociada a una liberación frente a los habituales desmadres de las colonizaciones al uso.
Conviene recordar los análisis de algunos historiadores no contaminados por la verborrea contestataria. Pocos conocen situaciones que dan al traste las convencionales descalificaciones en circulación. Como apuntaba Alexander von Humboldt, los sectores populares en la ciudad de México con la presencia española ingerían más proteínas cárnicas de origen animal que, incluso en París. Esta situación no tenía parangón con la imperante anteriormente. Se sabe que al acabar las obras de remodelación del Templo del Sol se ordenó la sepultura en vivo de decenas de niños en calidad de ofrenda al dios sol. Más de veinte mil víctimas anuales eran entregadas por los aztecas para arrancarles el corazón y distribuir sus extremidades entre la nobleza para que las esclavas cocinaran el 'tlacatlaolli', un preparado con carne humana. Los guaraníes y los caribes también consumían carne humana. Su antropofagia llegaba al extremo de cebar a los prisioneros, para, en su momento, ser considerados aptos con vistas al sacrificio y su posterior consumo. Con la presencia española, estas aberraciones pasaron a mejor historia.
No merece la pena, seguir con semejantes relatos. Hay demasiados. Antropofagia, en sentido estricto que desapareció al imponerse otros principios y nuevas escalas de valores. Cuando hablamos de genocidio, abundan la irresponsabilidad, las fobias ideológicas y la ignorancia malintencionada. Estamos frente a un relato falseado. Y, así, no hay manera.
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En torno a la mitad de la ciudadanía española rechaza los símbolos hispánicos que suelen ser considerados de derechas y una imposición a pesar de haber sido consensuados en su momento. Con esta base parece muy difícil entrar en valoraciones serias sobre actuaciones pretéritas en las que los católicos han sido protagonistas. La inmensa mayoría de la izquierda aborrece todo lo relacionado con acciones desplegadas por estas corrientes. Estamos ante una realidad lo mismo que la dependencia de la gestión política, cultural y militar. Durante mucho tiempo, se han seguido las pautas dictadas desde los altos órganos de influencia y de poder eclesiásticos. Pero los hechos, en el caso de América, no han sido conocidos y debatidos con rigor. El rechazo preside muchos debates. Y así, no se puede avanzar en el análisis. Contra cualquier euforia circunstancial o conmemorativa, los sentimientos y los argumentos chocan.
Para Karl Marx y sus seguidores, las religiones merecen la consideración de su identificación con el opio del pueblo oprimido. En estos momentos, el rechazo alcanza niveles que impiden una elemental convivencia, siquiera a escala dialéctica. Como dar cabezazos contra la pared.
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A pesar de las crecientes opciones para mejorar la información, la tozudez no puede ser superada si no se pretende ganar en conocimiento. Hay etiquetajes que descalifican a los autores sin opción a la réplica. Pérdida de tiempo.
Lamentablemente, muy propio en un Estado fallido.
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