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El arzobispo Jesús Sanz Montes junto a Artemio Grande Bermejo. Pablo Nosti
Cuaresma en la Catedral de Oviedo

«No aceptamos las nuevas catacumbas que algunas siglas políticas nos imponen sin más»

El arzobispo Jesús Sanz Montes advierte de quienes «empujan a la inanidad» a los cristianos, «que tenemos el derecho y el deber de esgrimir nuestra palabra»

Miércoles, 9 de abril 2025, 01:20

En la iglesia madre de la Diócesis, «nuestra Catedral», el arzobispo Jesús Sanz Montes pronunció este martes la primera de las conferencias cuaresmales bajo el ... título 'El horizonte de nuestros días y la esperanza cristiana' envuelta en varios fragmentos musicales.

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Sanz Montes comenzó su alocución ante los fieles que ocuparon la nave central de la Catedral de Oviedo en su mitad y tras el rezo de las Vísperas, acompañado por el diácono Artemio Grande Bermejo y el prefecto de la Liturgia de la Catedral, Luis González Vázquez.

Un tiempo, el de la Cuaresma, que «nos invita a convertir el corazón: no a adaptarnos al mundo mezquino, sino a abrirnos deseosos a los que el Señor una vez más no deja de proponernos», dijo a lo largo de una conferencias en la que destacó el papel y la voz de los cristianos ante quienes prefieren silenciarlos.

Asistentes a la charla cuaresmal en la Catedral, entre los que no faltó una señora con su mascota. Pablo Nosti

En primer lugar, abordó las claves de la coyuntura actual. «Hay deseo y mezquindad», dijo, por eso reflejó la importancia de «una cuaresma para avivar los deseos y templar mezquindades».

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Mirando directamente al presente, destacó que «no es infrecuente escuchar a muchas personas que están cansadas ante el 'toma y daca' de una actualidad que nos agota y satura por tantas causas». Una coyuntura «cansina» en la que «por el hecho de ser cristianos somos empujados a la nadería». Porque «las cosas públicas –nos dicen– no son objeto de nuestra reflexión porque ahí estamos de más, empujándonos al ostracismo hasta sellar nuestros labios censurando la palabra o emparedando nuestra presencia en el rincón de lo sacral».

Dicho esto, prosiguió: «El mutismo y la invisibilidad es lo que desean algunos como escenario cotidiano de la presencia cristiana en toda la trama social». Pero, advirtió, no es así porque «tenemos el derecho y el deber de acercar también nuestra palabra, esgrimir nuestras razones, exponer nuestras reservas ponderadas o nuestra crítica constructiva en la edificación de la ciudad secular de la que formamos parte». Y dejó claro que «no aceptamos las nuevas catacumbas que algunas siglas políticas y sus terminales mediáticos nos imponen sin más, confinándonos allí como apestados, sin voz ni voto, empujándonos a la inanidad».

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«Llevamos años con una gestión política que no nos ha dejado indiferentes y que sigue queriendo arrancar y deconstuir toda huella que tenga una inequívoca referencia al acontecimiento cristiano». Porque, remarcó, «no hay siglas políticas que nos impelan a señalar como inadecuado o a indicar como conveniente lo que proféticamente proponemos en la coyuntura histórica de nuestro tiempo».

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