Un barrio que nació como un pueblo
La Tenderina, con 12.580 vecinos, es una zona de retos que quiere atraer a emprendedores y renovar sus maltrechas infraestructuras urbanas
ALBERTO ARCE
Lunes, 11 de julio 2022, 00:42
La Tenderina es calle y barrio, pero también fue pueblo. Uno de origen ganadero y obrero que nació al albur de la carretera y que se ha ido expandiendo inexorablemente hasta convertirse en lo que es hoy, partido en dos con una zona alta y otra baja y con un total de 12.580 residentes, según los últimos datos censales actualizados por el Ayuntamiento en el mes de marzo. No obstante, en todo este tiempo jamás ha perdido un ápice de esa cultura más cercana que aún atesora en su ADN casi de localidad rural, de la que da muestra la cercanía de su vecindad, tejiendo una simbiosis casi perfecta con el tejido social y económico de la zona. Eso sí, también es un lugar de oportunidades y retos, heridas profundas en el entramado urbano que se manifiestan en forma de abandono y una parte antigua que no se ha visto modernizada, y que, en todo caso, no ha visto recompensado su crecimiento con la renovación de sus principales infraestructuras.
Un barrio, entre otras cosas, a la espera de la ansiada reforma del Palacio de los Deportes y de sus entornos aledaños, con la que La Tenderina aspira a convertirse de nuevo en el principal punto neurálgico del deporte de alta competición en la ciudad de Oviedo.
También un barrio que, en ese sentido, ha sabido capear a su manera el temporal económico que se ha superpuesto a la crisis sanitaria volcándose con su pequeño comercio y su hostelería. No abren demasiados negocios nuevos, lamentan los vecinos, pero tampoco cierran los que ya están de forma preocupante. Sus residentes echan de menos la llegada de emprendedores jóvenes, de allí de toda la vida o de otras zonas de la ciudad, que puedan suponer un impulso comercial. Sangre nueva para el barrio que fue pueblo y que lo sigue siendo, a su manera.
Poco a poco, a falta de desarrollos urbanísticos que no han terminado de cuajar, en los últimos años ha ido atesorando pequeñas victorias como la reforma y ampliación de la iglesia de San Francisco Javier. Un proyecto que salió adelante gracias a la unión y a los esfuerzos personales de la parroquia, que han fraguado en un nuevo templo que ha hecho las delicias de vecinos y visitantes.
«Un barrio muy majo y muy implicados todos con todos»
Corría el año 1958 cuando se creó Productos Cárnicos El Cuco en una zona de la ciudad que conocía bien lo que era la ganadería llamada La Tenderina y en la que la familia de Manuel Suárez Iglesias -llamado El Cuco por amigos y colaboradores- había decidido construir su casa; sin embargo, hay que remontarse algunos años atrás para encontrar el origen de esta empresa asturiana. La familia de El Cuco estuvo dedicada durante toda su vida al ganado y ya desde muy joven tenían muy claro que en la calidad del producto se encontraba el secreto del éxito. Tras emprender en 1950 con una pequeña tienda en El Fontán, donde su mujer y él despachaban las carnes que ellos mismos despiezaban, pasaron unos pocos años hasta que decidieron dar un paso más y montar en el barrio el gérmen de lo que se acabaría convirtiendo en una de las empresas de la región más importantes de su sector. Tanto, que en sus instalaciones, ya moldeadas a la manera industrial, cuentan hoy con una superficie de 2.000 metros cuadrados construidos, de los que un 40% se dedican a cámaras de almacenamiento y el resto a salas de despiece, elaboración y servicios, y una amplia flota de vehículos.
«Hemos estado desde siempre aquí en el barrio, creciendo, y tenemos muy claro que queremos seguir aquí, donde mis padres construyeron su casa hace ya tantos años», explica a este diario Mariluz Suárez, directora de la empresa. «Somos unos vecinos más que miramos por el barrio y, aunque sabemos que somos una industria, con todas las molestias que eso puede conllevar, tratamos de incomodar lo menos posible y hacer todo lo que esté en nuestra mano para mantener la zona limpia, incluso lo que no nos corresponde, porque eso es bueno para todos», explica. Sabe, asimismo, que es una zona «compleja» (la calle Rayo), por su estado de abandono, pero también que la gente del barrio es su principal valor. «Es un barrio muy majo y muy implicado todos con todos».
«Los vecinos están volcados con el comercio local»
En el bajo del número 113 de La Tenderina, hace algo más de dos años que abrió la persiana una tienda de moda y complementos «para todas» en la que se pueden encontrar «tallas de la 36 a la 60 por menos de treinta euros»; abrigos y calzado por menos de cincuenta euros, y muchas cosas más, «porque ir a la moda y 'Star Guappa' (ese es el nombre del establecimiento) no está reñido con la talla ni el presupuesto». Es una de las premisas fundamentales con las que Lucía Ordiz decidió embarcarse en la complicada aventura de abrir su propio negocio en el barrio, después de que cerrase sus puertas el comercio en el que trabajaba su madre, a unos pocos cientos de metros de allí. Pese a lo difícil de hacerlo, no se ha arrepentido y tiene claro que es una de las mejores zonas de la ciudad en las que podía haberlo hecho. Y no es por otra cosa que por la gente que vive en La Tenderina.
«En La Tenderina la gente es muy del barrio, hace vida continuamente en él y se implican; los vecinos están volcados con el comercio local», explica Ordiz. «Mira que es verdad que estamos a menos de diez minutos del centro, pero la gente de aquí prefiere comprar en las tiendas de aquí; te preguntan si vas a traer esto o lo otro y prefieren esperar antes que ir a un centro comercial, y eso ayuda muchísimo al pequeño comercio», agradece.
Máxime, después de dos años de pandemia e incertidumbre económica a la que, más recientemente, se han sumado la inflación, una subida descontrolada de los precios o la falta de muchas de las materias primas. «Hemos ido sorteando los baches y, de nuevo, pudimos hacerlo gracias a la gente. Durante el confinamiento trajimos ropa para estar en casa y todos cumplieron. Sobrevivimos porque los vecinos siguen viniendo a las tiendas del barrio y son conscientes de que es lo que hay que hacer si quieren que no desaparezcan sus tiendas», celebra.