«Lo mató la patada», sostiene el médico que atendió a David Carragal en el HUCA
El doctor González explica en el juicio que el golpe «provocó la fractura y la hemorragia por contragolpe», y no el impacto contra el suelo
ALBERTO ARCE
OVIEDO.
Jueves, 18 de marzo 2021, 01:29
A David Carragal, el profesor pixueto de 33 años que falleció el 17 de junio de 2019 tras no superar las heridas que sufrió durante una agresión en las fiestas de La Florida seis días antes a manos del llanisco J. C. C., «lo mató la patada» y no la caída al suelo, tal y como sostiene la defensa del principal acusado. Así lo manifestó el médico intensivista, el doctor González, que asistió a la víctima en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA). Ayer, en la tercera sesión del juicio por la muerte de Carragal en la Sección Tercera de la Audiencia, el médico declaró en calidad de testigo y perito.
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Afirmó que «lo mató la patada» en respuesta a preguntas del letrado de la acusación particular, Ángel Bernal, que trata de refutar la tesis del llanisco, autor confeso de la patada que hizo caer a la víctima al suelo y al que le pide 16 años de prisión por un delito de asesinato y el pago de una indemnización a la familia de 220.000 euros -a los dos amigos que le acompañaban esa noche, A. S. S. y R. B. D. les acusa de omisión de socorro-.
El principal acusado asegura que Carragal amenazó a los tres jóvenes con «rajarles» después de que estos mirasen, supuestamente, a una de las dos amigas que acompañaban al pixueto la citada noche. Sin embargo, las dos jóvenes, ambas enfermeras y las primeras en auxiliarle, sostienen que los tres procesados se acercaron a ellas «con una actitud que no era normal» pidiendo «tabaco» y «mechero». Después se produjo la agresión.
El doctor mantuvo que «la patada provocó una fractura de siete centímetros con forma de 'y' en el parieto-occipital derecho alto y la hemorragia por contragolpe». Es decir, precisó el facultativo, que basó su informe en las declaraciones de los testigos que vieron caer a Carragal al suelo «de espaldas» o «hacia la izquierda», la fuerza «descomunal» del impacto, que cifró entre «5.000 y 18.000 newtons», hizo que el cerebro del fallecido impactase con la parte contraria del interior de su cráneo, provocándole una severa hemorragia.
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La sesión fue larga. Comenzó a las diez de la mañana y finalizó pasadas las tres y media. El doctor González mostró al jurado varias láminas con los resultados de las pruebas médicas realizadas a David Carragal y la intensidad y posición de sus lesiones a través de reconstrucciones en tres dimensiones. «Ninguna de ellas», expuso, se debía al impacto contra el suelo.
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Los testigos presenciales de lo sucedido, que ya testificaron anteayer, aseguraron que el pixueto cayó «a plomo» y en aparente estado de inconsciencia. No obstante, aclaró el doctor, esto no causó daños añadidos. Para determinarlo se basó en una teoría conocida como la de la «banda del ala del sombrero», que señala que, en casos de golpe y caída, si la fractura aparece por encima de una línea imaginaria en la cabeza, «existen un 75,9% de probabilidades de que la causa sea la patada, un golpe con un bate» y no la dureza del pavimento del paseo de La Florida.
La defensa de J. C. C., ejercida por el letrado Gabriel Cueto, trata de demostrar que la caída si provocó las lesiones que llevaron a Carragal a la muerte cerebral y que dejó lesiones en la zona derecha de su cráneo. Hemorragias estas, sentenció González, «que no aparecían en el escáner» y «posiblemente provocadas por la propia intervención médica» tras la utilización del craneoestato (un elemento con tres pinchos usado en la intervención).
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También a propuesta de la defensa testificaron una médica intensivista y una residente, dos enfermeras y la neurocirujana que intervino a Carragal y certificó su muerte. Si bien la primera aseguró que las lesiones podrían haber estado provocadas «tanto por la patada como por la caída», la segunda dijo que la zona del golpe no se correspondería con una «caída normal» al suelo.
La defensa pide la libre absolución, pero sostiene que en caso de que J. C. C. deba afrontar algún delito debería ser el de homicidio imprudente y a la pena máxima de cuatro años de prisión.
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