La loza de San Claudio, «un espacio sin futuro»
Abandono. Los vecinos de la localidad claman por un plan de recuperación, como el de La Vega y la de Gas, para esta factoría en ruinas: «No existimos»
SUSANA NEIRAROSALÍA AGUDÍN
Domingo, 30 de octubre 2022, 01:44
Las vías del tren separan la antigua y abandonada fábrica de loza de San Claudio del polígono industrial, casi el último reducto de actividad en una localidad de 2.700 habitantes que «antes era rica». Lo recuerda así Raúl Menéndez, con 73 años y sentado a la entrada del taller mecánico que ahora gestiona su hijo Javier. Entre calada y calada de un cigarrillo, el chapista jubilado mira con pena desde su negocio las deterioradas instalaciones que en épocas doradas, cuando las vajillas adornaban los manteles de toda España, acogieron a «mil y pico obreros», hasta que con su cierre en 2009 vino el declive para todos. Un desastre económico en cadena. Cerraron más negocios y redujeron otros: «Perdimos muchísima clientela». Y lo peor, que el complejo, a unos seis kilómetros y medio de Oviedo, no vislumbra futuro: «Está en ruinas y es una pena; nadie mira para ello», secunda su hijo, con la manos ennegrecidas por el trabajo.
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Trece años después de su cierre, la decadencia de todo el recinto se acentúa. Hasta el cartel que advierte del 'peligro por ruina' se esconde entre la maleza. Al quedar vacía primero robaron las vajillas del interior, luego llegaron los okupas, se cayeron los techos, 'desapareció' el cobre... Los pocos caminos que siguen dejando el paso dan a basureros: de neumáticos, cartuchos sin tinta, muebles, colchones... «Y luego vienen los chavales e incendian todo», lamenta el veterano. Se la ha dejado morir de abandono, hasta convertirla en un esqueleto de ladrillos rotos, en lugar de darle un nuevo uso. «Tenemos esto aquí y luego llevan las cosas para otros sitios fuera del municipio», reprocha.
Guarda razón porque es la única antigua factoría del municipio de gran tamaño. 28.000 metros cuadrados, sin planes de futuro. Antes eran tres. La Vega, en cambio, está pendiente de un convenio urbanístico entre las tres administraciones públicas (Defensa, el Principado y el Ayuntamiento) para transformarla -no sin críticas de sectores que apuesta por conservar el patrimonio industrial- en un polo tecnológico, una zona residencial, recintos culturales y un gran parque; y sobre la Fábrica de Gas, el fondo de inversiones Ginkgo Advisor acaba de cerrar su compra a Edp para convertirla en una zona residencial, comercial y con nuevos espacios públicos de la mano del arquitecto Patxi Mangado.
Para la locería, de 1901, que llegó a ser Bien de Interés Cultural (BIC) -hasta que lo tumbó una sentencia- y donde el Ayuntamiento se llegó a plantear su compra tras varias subastas fallidas, nada. «Nadie piensa en San Claudio. Hay un montón de cosas que se podían hacer como la ciudad deportiva del Real Oviedo o una zona para autocaravanistas», propone Luis Miguel Fernández, presidente de la asociación de vecinos de la localidad. «También hay espacio suficiente para aparcar, instalar un supermercado... Solo se necesita que esté limpia y cortada (la maleza)», añade. Pero frente a esto, señala una dejadez que extiende a toda la localidad: «En San Claudio no hay ningún futuro y esas zonas cada día están más abandonadas. A partir de la rotonda de Las Campas no existimos para el Ayuntamiento. Tampoco el Principado mira para aquí».
El sentimiento de tristeza por la situación y falta de futuro invade a todos los vecinos. Todo el mundo tiene un familiar o un conocido que ha trabajado en San Claudio: «Mi padre estuvo ahí cuarenta años. Da pena, porque San Claudio ya no es ni conocido como lo era en su día por su locería», cuenta Belarmino González mientras se toma un vino en la terraza del bar La Viña.
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«¿Nunca fueron al Bellas Artes? Hay cosas de la fábrica preciosas», dice, quizá con doble sentido por lo poco que queda de la locería más allá del museo, una vecina de la localidad, que prefiere no dar su nombre, cuyo padre también trabajó en San Claudio «hasta que se retiró a los 63». «Claro que da pena, hacían cosas preciosas y funcionó 101 años», explica esta mujer mientras espera la llegada del tren tras cruzar esas vías que separan la antigua factoría -también a la cercana fábrica de tubos, igualmente abandonada, llena de basura y pintadas, y con unos enormes y peligrosos socavones- de la localidad.
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