He tenido la suerte de pertenecer a una de las últimas generaciones que se crió en la calle. Me tocó hacerlo jugando al fútbol en ... la Plaza de la Gesta y tomando los primeros tragos en un local que se llamaba El Kratos. No recuerdo si era con C o con K, pero de lo que sí que tengo imágenes en mi cabeza es de aquellos chupitos que antes de beberlos se quemaban con un mechero. Las previas antes de encarar la sesión de Tribeca tardes bebiendo cervezas en El Desván como si fuéramos alemanes, algún chupito en el Puzzle, regaderas en la Maniega o macetas en el Badulaque. Estábamos en el mejor momento de nuestra vida y no éramos conscientes. La Calle Rosal, por suerte para los vecinos y por desgracia para los jóvenes, ya no es lo que era. Aquella cuesta fue el mejor centro de alto rendimiento en el que podías preparar el salto a todo lo que conlleva la noche. Las primeras copas, los primeros amores, las primeras chinas, los paquetes de tabaco que en casa se escondían, pero que allí disfrutaban de toda la libertad que sientes cuando tienes quince años y crees que el mundo te pertenece.
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Aunque siempre había que tener cuidado no fuera a pasar tu padre con el coche y todo terminase en una de esas broncas que te quitaban hasta la resaca del día siguiente. Allí se criaba la cantera de la noche ovetense antes de dar el salto a la Calle Mon y perderse por sus locales. A mí me tocó iniciarme cuando el Glam tenía dos pisos y estaba al fondo de la calle, aunque antes estrenamos el Green, que ya ni existe, frecuentamos la Guacara y el Joker. Terminamos disfrutando de nuestras mejores noches en el Zape hasta que el cambio generacional nos hizo abandonar la calle, y desde entonces el Sol y Sombra nos acoge cuando el reloj marca las doce. Los años fueron pasando y con ellos llegaron las obligaciones. Había que buscar trabajo y, como a muchos otros jóvenes, me tocó marcharme. Fue entonces cuando, desde el calor y la felicidad que genera Madrid, me di cuenta de que Oviedo no tiene un rival digno en ninguna parte. Porque no importa si es verano o invierno.
La playa y la montaña están, aproximadamente, a una hora. Es una ciudad coqueta, limpia y elegante. El lugar perfecto donde formar una familia y empezar una nueva etapa. No sólo por la cantidad de zonas verdes y buenos colegios para los más pequeños, sino por la cultura, la gastronomía y la tranquilidad que se vive en sus calles para los mayores. Oviedo es un museo al aire libre donde se puede observar el patrimonio Prerrománico de la ciudad a través de La Iglesia de San Miguel de Lillo o Santa María del Naranco, entre otros monumentos. Homenajes a la literatura, el cine y la caricatura a través de estatuas como la de La Regenta, Mafalda o Woody Allen. Pero también a sus raíces como sucede con La Lechera, el Vendedor de Pescado o Las Vendedoras del Fontán. Porque esta ciudad, que es el punto de partida del Camino Primitivo de Santiago, está muy orgullosa de sus orígenes. Pero, para mí, la joya de la corona de Oviedo es su catedral. Su belleza y su presencia es mejor comprobarla en persona y, después de observarla durante años, cuando mejor luce es de noche.
En La Basílica de San Salvador se pueden visitar reliquias como el Arca Santa, el Santo Sudario, la Cruz de la Victoria, la Caja de las Ágatas y la Cruz de los Ángeles. En lo deportivo no hay que olvidar el histórico Cibeles, que con su jockey arrebató la Copa del Rey al Barcelona, el Oviedo Baloncesto y el icono de la ciudad: El Real Oviedo. Podría seguir citando los lugares y las cosas que hacen única a esta ciudad: la Plaza del Fontán, el Campo San Francisco, el Naranco, el Parque de Invierno, el Teatro Campoamor o el Auditorio del Príncipe Felipe. La Iglesia de San Juan, la de San Isidoro o la de La Corte. Los Carbayones de Camilo de Blas, las Moscovitas de Rialto o el Turrón de Verdú. La fabada de Casa Ramón, los pescados de Bocamar, el pollo al ajillo de la Ovetense o la tradición de Casa Fermín. La Belmontina, La Paloma o El Montoto. Pero faltarían tantas cosas por mencionar que esta columna sería eterna y jamás llegaría a publicarse. Ser de aquí es un honor y poder escribir sobre la muy noble, muy leal, benemérita, invicta, heroica y buena ciudad de Oviedo en un periodico es un privilegio. Disfrutemos de las fiestas de la historica Vetusta, que vivan los gatos del forno, y que viva San Mateo.
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