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Carles Puigdemont se dirige en enero de 2024 al Europarlamento ante Sánchez. EFE

Dos años y 19 reuniones en Suiza después, Junts se planta y Sánchez no tira la toalla

Los socialistas sostienen que pocas cosas cambiarán en su día a día, pero se prodigan en guiños a los de Puigdemont

Paula De las Heras y Cristian Reino

Madrid | Barcelona

Domingo, 2 de noviembre 2025, 00:06

El Gobierno cerró este viernes la semana con la sensación de haber superado una importante bola de partido, la comparecencia de Pedro Sánchez en la ... comisión de investigación sobre la corrupción en el Senado, pero consciente de que el camino para agotar la legislatura se ha vuelto aún más escarpado. No es ya que solo 24 horas después de que el jefe del Ejecutivo sorteara la prueba con la que Alberto Núñez Feijóo pretendió arrastrarle a los tribunales se topara con que el juez no da ni mucho menos por disipadas las dudas sobre una posible financiación irregular del PSOE, la línea roja marcada por sus socios de investidura para seguir dándole apoyo. Es que Junts ha decidido, ahora sí, aseguran en su cúpula, romper amarras.

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Los socialistas descartan por ahora que la Audiencia Nacional pueda encontrar pruebas de una caja B en el PSOE. «Entre el gerente, que era 'adrianista' (por la exvicesecretaria general Adriana Lastra, enfrentada a José Luis Ábalos) y los otros dos no podía haber ninguna connivencia. Cualquier cosa distinta sería una sorpresa aún mayor que la de Santos», dice un miembro de la ejecutiva. Aun así, hay quien cree que quizá las aparentes «malas praxis» de los dos exsecretarios de Organización, Ábalos y Cerdán, puedan acabar salpicando a toda la formación. Pero es lo de Junts, determinante para formar una mayoría parlamentaria que permita ganar votaciones semana a semana, lo que puede acabar teniendo un impacto más claro sobre la viabilidad de la legislatura.

De puertas afuera los socialistas aseguran que, en realidad, nada ha cambiado. El propio Pedro Sánchez se lo espetó el jueves al senador posconvergente Eduard Pujol. «No entiendo que digan que han pasado a la oposición, si siempre han hecho gala de estar en ella». La formación de Puigdemont ha puesto al borde del infarto al Ejecutivo en muchas ocasiones en estos dos años y no pocas veces le ha tumbado leyes relevantes. Hace un año ya suspendió relaciones y exigió a Sánchez una cuestión de confianza. Pero de una manera u otra, la cuerda nunca se había roto del todo.

Ahora en la Moncloa se aferran a que, pese a sus duras palabras, Puigdemont tampoco amenazó el lunes con apoyar una moción de censura ni exigió un adelanto electoral. Y Sánchez, que sigue retrasando la presentación de los prometidos Presupuestos de 2026, se esfuerza por hacer gestos con ánimo apaciguador, como el comunicado que abría la puerta a una negociación con el reticente Gobierno alemán sobre el uso del catalán en la UE o su mano tendida a reactivar, como le pidió el miércoles el PNV, una iniciativa contra la multirreincidencia impulsada por Junts en reacción al auge de la islamófoba Aliança Catalana.

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El 'enlace Cerdán'

Pero no hay garantías de que esas caricias sirvan de nada. «Hay que esperar. Ahora han cerrado el diálogo. Serán necesarias unas semanas para saber el alcance final», estima con cautela un conocedor de primera mano de lo abordado en los encuentros en Suiza.

Incluso en los peores tiempos, Santos Cerdán, el exsecretario de Organización ahora en prisión preventiva, logró mantener un canal de comunicación. «Es leal, tiene hilo directo con el presidente y mucho olfato político», decían de él en la cúpula independentista. Su desaparición también supuso un golpe para unas relaciones dominadas desde el inicio por la desconfianza.

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Los posconvergentes advierten de que la ruptura es «irreversible». Y a los incrédulos les emplazan a seguir las votaciones en los próximos plenos en el Congreso. Dos años y 19 reuniones en el país alpino después, se han convencido de que el diálogo con el PSOE no da más de sí. En las primeras citas, llegaron a plantear el referéndum y el concierto económico a los delegados socialistas, pero ahora creen que el Gobierno solo ha usado esos encuentros para intentar salvar la votación de la semana siguiente, convencidos de tenerlos «atrapados» por la situación de Puigdemont, pendiente de la amnistía casi año y medio después de haberse aprobado la ley.

Continuamente preocupados de diferenciarse de Esquerra, a la que siempre han acusado de apoyar gratis a Sánchez, reprochan a los socialistas que ni su líder ha podido regresar a Cataluña, ni el catalán es oficial en la UE, ni la Generalitat tiene las competencias en inmigración, ni el Gobierno ha publicado las balanzas fiscales como prometió, ni ha empezado la negociación sobre un referéndum o un cupo catalán y ni, además, el Congreso ha tramitado sus propuestas legales para endurecer las penas a los multirreincidentes y sobre okupación. Y ahora se encuentran con que el partido de Silvia Orriols les acusa de lo mismo que ellos criticaban a los republicanos.

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El Gobierno esgrime que en todos esos asuntos pendientes ha hecho lo que estaba en su mano, pero que no todo depende de él. Pero a Junts eso no le basta. En su cúpula contemplan desde hace semanas la posibilidad de que, pese a asegurar lo contrario, Sánchez esté pensando ya en adelantar elecciones y creen que la alianza con los socialistas a día de hoy les resta mucho más de lo que les aporta. «La cesta está vacía», señalan de manera gráfica. En cualquier caso, no se cierran a votar a favor las iniciativas gubernamentales que considere que benefician a Cataluña, lo cual deja algo de margen al diálogo.

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