El juicio al clan Pujol por corrupción fiscaliza una era en Cataluña
La Audiencia abre la vista con la duda sobre si el expresident será exonerado deser juzgado por su esta do de salud
Más de diez años después de que Jordi Pujol provocara un terremoto en la política catalana, al confesar que estuvo décadas sin declarar una fortuna ... oculta en Andorra, llega el juicio contra el expresidente de la Generalitat y contra sus siete hijos. Será un juicio a la saga, pero también a toda una época, la del poder casi absoluto de Pujol en Cataluña durante sus 23 años de presidencia.
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Una vista histórica, que deberá determinar si el clan se enriqueció gracias a la corrupción en torno al ejercicio de ese poder. Se habla de una fortuna de varios cientos de millones de euros. Quienes conocen al expresidente de la Generalitat aseguran que lleva años preocupado por cómo será juzgado por la Historia. Y a buen seguro, ese lugar dependerá de la sentencia del tribunal: no es lo mismo pasar a las hemerotecas como el arquitecto de la Cataluña autonómica tras la recuperación de la democracia que el arquitecto corrupto de esa Cataluña contemporánea. Políticamente, ya hace tiempo que ha sido perdonado. Tras su confesión, cayó en el ostracismo. Nadie se fotografiaba con él. La gente hasta le evitaba. Pero a día de hoy, Junts e incluso Illa reivindican su legado. En septiembre de 2024, regresó al Palau de la Generalitat, en una visita institucional que supuso su restitución oficial para reunirse con el actual jefe del Ejecutivo, Salvador Illa.
El expresidente de la Generalitat se enfrenta a 9 años de cárcel. Sus hijos, a penas que van de 8 a 29 años. Jordi Pujol y sus siete hijos, además de una decena de empresarios, se sientan a partir de mañana en el banquillo de los acusados, con la incógnita planeando sobre el principal acusado. El tribunal ha convocado una vista previa para determinar si el patriarca, de 95 años, está en condiciones de ser juzgado.
De momento, ese examen lo pasará por videoconferencia, después de que el viernes pasado fuera dado de alta de una neumonía por la que ha estado cinco días ingresado. Su estado de salud es muy delicado. Sufrió un ictus hace tres años y su defensa ha alegado que tiene marcadores de alzhéimer en su sangre. Los forenses designados por la justicia que le han examinado certifican que no está en condiciones de ser juzgado por su «deterioro cognitivo». Su mujer, Marta Ferrusola, fallecida en 2024, ya quedó exculpada de esta macrocausa como consecuencia del empeoramiento de su salud.
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En el auto de procesamiento, dictado en julio de 2020, el juez concluyó que existen indicios de delito de integración en asociación ilícita para todos los miembros de la familia. También serán juzgados por blanqueo, fraude fiscal y falsedad documental. El liderazgo de la organización correspondía al expresident y a su mujer, que se autodenominaba la «madre superiora de la congregación». Tras ellos, se encontraba Jordi Pujol Ferrusola, el hijo mayor. Aparece como «el capellán de la parroquia». Asumió la dirección de toda la estrategia y la recepción y distribución de las cantidades ilícitas entre sus padres y sus hermanos, según el auto de procesamiento, que detalla que la familia habría aprovechado su «posición privilegiada de ascendencia en la vida política, social y económica catalana para acumular un patrimonio desmedido, directamente relacionado con percepciones económicas derivadas de actividades corruptas».
En un principio, los miembros del clan Pujol justificaron la existencia del dinero en Andorra como una herencia del padre de Jordi Pujol. La famosa 'deixa' del abuelo Florensi, confesada por el exmandatario, de 140 millones de pesetas. La investigación apuntó a fondos procedentes de comisiones ilícitas: ingresos millonarios en paraísos fiscales, empresas pantalla y testaferros. El juez instructor descartó que el origen de la fortuna familiar «provenga» del legado del abuelo.
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Tenían hasta su propia jerga. «Reverendo Mosen, soy la madre superiora de la congregación, desearía que traspasases dos misales de mi biblioteca a la biblioteca del capellán de la parroquia, y él te dirá a quién se le ha de colocar». Cada misal era un millón de pesetas en el lenguaje en clave utilizado por Ferrusola en sus conversaciones con su primogénito.
La causa estalló en 2012 a raíz de las declaraciones de la exnovia despechada del hijo mayor, Victoria Álvarez, que contaba cómo Jordi Pujol Ferrusola llevaba bolsas llenas de billetes a Andorra. El mismo que se paseaba por Barcelona con su colección de Ferraris y coches de alta gama, mientras su madre aseguraba que la familia «no tiene ni un duro».
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El fin del oasis
Cataluña presumió durante décadas de ser un oasis en medio de España. Hasta que en 2005, el entonces president Pasqual Maragall le soltó a Mas el célebre «ustedes tienen un problema que se llama 3%» y la sociedad catalana se quitó la venda de los ojos. Años después llegó la entrada de los Mossos (2009) al Palau de la Música y en 2014, la caída de un mito, el padre de la patria, con su confesión. Pujol, el virrey, gobernó desde 1980 a 2003.
Su desplome tuvo serias consecuencias políticas. Hacía años que Convergència estaba herida de muerte por sus coqueteos con la corrupción, pero la confesión fue la puntilla. El proceso independentista y los escándalos asociados al partido fundado por Pujol en 1974 transitaron en paralelo. El independentismo siempre ha acusado a las cloacas del Estado de estar detrás de los casos que han salpicado a sus dirigentes. Personajes como el comisario Villarejo o la llamada 'operación Cataluña' subyacen en las causas penales relacionadas con el soberanismo. Artur Mas, sucesor del expresident, se envolvió en la estelada secesionista para intentar capear el temporal. La crisis económica como consecuencia del estallido de la burbuja inmobiliaria golpeó con dureza y el Govern de Mas impuso recortes draconianos. El 'procés' supuso su huida hacia adelante para sortear los casos del 3% y el cabreo social por los tijeretazos.
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La consulta soberanista del 9-N de 2014 se celebró cuatro meses después de la confesión de Pujol y los hechos de octubre de 2017, con Carles Puigdemont al frente, tuvieron lugar apenas dos meses antes de la sentencia del 'caso Palau', que concluyó que CDC cobró 6,6 millones en comisiones ilegales de Ferrovial a cambio de adjudicarle obras públicas.
Mas, tras la confesión de Pujol, tomó dos decisiones de calado para el futuro de Cataluña. Por un lado, aceleró el 'procés', que no pudo culminar porque la CUP le obligó a retirarse. Y, por otro, optó por cargarse la marca Convergència. CDC mutó primero en el PDeCAT y más tarde en Junts. Hasta hoy.
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